Por Santiago Melo
18 de agosto de 2025Un análisis genético a gran escala, liderado por el Centro para la Investigación Metabólica Básica (CBMR) de la Universidad de Copenhague, ha dado lugar a un marcador capaz de anticipar la obesidad desde la infancia. La herramienta, denominada puntuación de riesgo poligénico (PGS, por sus siglas en inglés), permite identificar con una precisión sin precedentes qué personas presentan una mayor probabilidad genética de desarrollar obesidad en la edad adulta.
El estudio, publicado en la revista Nature Medicine, ha sido posible gracias al análisis del ADN de más de cinco millones de personas. Según los investigadores, este marcador es el doble de eficaz que los modelos anteriores y podría suponer un cambio de paradigma en las estrategias de prevención y tratamiento de una de las principales amenazas de salud pública a nivel global.
“Lo que hace que esta herramienta sea tan eficaz es su capacidad para detectar, incluso antes de los cinco años, si un niño tiene una predisposición genética al aumento excesivo de peso”, señala Roelof Smit, autor principal del estudio. Este patrón precoz permite intervenir antes de que otros factores ambientales o de comportamiento influyan en el desarrollo de la obesidad.
Además de anticipar el riesgo, el marcador ha demostrado ser útil para ajustar las estrategias de intervención. Las personas con un perfil genético de alto riesgo responden mejor a programas de dieta y ejercicio, aunque también tienden a recuperar el peso con más rapidez una vez finalizadas las intervenciones, lo que refuerza la necesidad de enfoques personalizados y sostenidos en el tiempo.
El equipo también evaluó la eficacia del PGS en combinación con otros factores clínicos disponibles al nacer, como el peso del bebé o el índice de masa corporal de la madre. En niños de ocho años, por ejemplo, el poder predictivo del marcador se duplicó al sumar esta información, alcanzando una capacidad de predicción del 21 % frente al 11 % sin el componente genético.
No obstante, los investigadores advierten de algunas limitaciones. Aunque se utilizaron datos de poblaciones diversas, la capacidad predictiva del marcador fue mucho mayor en personas de ascendencia europea que en otras, como las de origen africano. En este grupo, la PGS solo explicó un 2,2 % de la variación en el IMC (Índice de Masa Corporal), lo que subraya la necesidad urgente de incorporar más diversidad genética en los estudios biomédicos.
“La genética no lo determina todo, pero conocer el riesgo a tiempo permite actuar antes de que el problema se cronifique”, concluye Smit. En un contexto en el que se estima que más de la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad en 2035, esta herramienta podría convertirse en un recurso esencial para la salud pública.