Por Juan García
12 de junio de 2025La Inteligencia Artificial (IA) es una realidad cada vez más extendida en el sector sanitario, siendo una poderosa herramienta en investigación médica y farmacológica, así como para la mejora de equipos de diagnóstico y tratamiento de enfermedades. Más allá de su uso destinado a la innovación, en la práctica diaria de los médicos en consulta también ofrece grandes posibilidades, especialmente para agilizar las labores más mecánicas o burocráticas de los facultativos.
Una de las claves de su aprovechamiento en este ámbito es el procesamiento de datos, lo que pone en manos de los médicos la capacidad de ahorrar tiempo, aunque también plantea importantes retos a nivel de seguridad y protección de datos. Se trata de información especialmente sensible, por lo que las autoridades europeas y nacionales vigilan con celo la incorporación de herramientas que manejen estos datos.
Para el doctor Jorge Álvarez Troncoso, especialista en Medicina Interna en el Hospital Universitario La Paz y docente en el máster de IA en la Salud de Founderz, el aprovechamiento de estos datos es un aspecto crítico para optimizar el tiempo de trabajo de los médicos, algo que fundamenta en una serie de datos. “Los profesionales sanitarios podemos llegar a invertir hasta el 70% de nuestro tiempo en recopilar información y solo un 30% en la toma de decisiones”. Además, apunta que hasta el 90% de esta información está “infrautilizada”, a pesar de que el sector sanitario se estima que genera “en torno al 30% de los datos mundiales. Para el doctor, ambos factores subrayan la “necesidad de contar con herramientas eficientes”.
El doctor Troncoso explica que los grandes modelos de lenguaje basados en IA, como ChatGPT o Gemini, son los nombres más conocidos, “siendo utilizados por muchos profesionales a título individual, principalmente para consultas de información o ayuda en la redacción”. No obstante, señala que no se trata de “herramientas institucionales integradas para la clínica, especialmente por las consideraciones de privacidad”. Aunque pueden servir de orientación en ciertos casos y hacer, por ejemplo, búsquedas y resúmenes bibliográficos de manera más rápida, insta a recurrir a ellas “con precaución”. En este sentido, subraya que los profesionales deben ser conscientes de que estas herramientas "son un apoyo y no sustituyen el juicio clínico”.
Por ello, ilustra con ejemplos de otras aplicaciones que pueden facilitar y agilizar la práctica clínica de los médicos. “Encontramos desde sistemas de reconocimiento de voz para dictar informes (como Invox, mientras otros como Genesis o Plaud AI se exploran en diferentes hospitales), hasta algunas plataformas para el seguimiento programado de pacientes (Tucuvi) o para la recogida de resultados y experiencias reportados por ellos (Naveta, para PROMs y PREMs)”. Otro ejemplo es la herramienta Savana, desarrollada en España, que extrae y analiza grandes volúmenes de datos de la historia clínica electrónica para aplicación en ensayos clínicos o en unidades con un alto nivel de especialización.
También existen entre los denominados chatbots (programas diseñados para recrear conversaciones humanas), algunos específicos para profesionales y pacientes, como OneRemission, un software diseñado para proporcionar información útil a los pacientes oncológicos y sus familiares. Entre estos datos se encuentra dietas, ejercicios y prácticas posteriores al cáncer para otorgarles mayor autonomía a los pacientes y reducir su dependencia de los médicos.
Las ventajas para los médicos de usar la IA pueden ser numerosas: reducción del tiempo dedicado a labores administrativas, apoyo en la toma de decisiones, acceso más ágil a información o mejoras de la continuidad asistencial mediante herramientas de seguimiento. Sin embargo, también existen barreras para la expansión del uso de la IA en consultas de tipo organizativo y jurídico.
Estas son ventajas que redundan en beneficio de los profesionales frente a algunas de sus principales quejas, como es la excesiva burocratización de sus labores o la falta de tiempo para examinar a sus pacientes con detenimiento, por lo que la concienciación para promover un uso responsable de las mismas puede partir de estos argumentos.
El especialista en Medicina Interna apunta como principal escollo la heterogeneidad en el acceso a estas tecnologías y la considerable brecha entre los avances en investigación. En cuanto a las limitaciones legales, el celo de las administraciones en la regulación de los datos hace necesario avanzar en una regulación “clara y adaptada”. Una de las claves para conseguirlo, según destaca Troncoso, es la implantación de los llamados data lakes, grandes repositorios centralizados de datos que almacenan grandes volúmenes de información en su formato de origen, garantizando que estos sean “anonimizados y bien gobernados”.
La gobernanza es otro de los aspectos clave en el que los expertos coinciden en poner el acento. Por gobernanza de datos se entiende el conjunto de políticas, procedimientos y roles que se asignan para la custodia, acceso y establecimiento de protocolos de seguridad sobre estos almacenes de datos. Es decir, las acciones encaminadas a establecer quién, cómo y en qué circunstancias puede incorporar o acceder a estos datos.
Este aspecto es crucial para conseguir una interoperabilidad de los datos sanitarios, es decir, que estén disponibles a distintos niveles para favorecer la cooperación y la compartición de los mismos con fines de asistencia clínica (uso primario) o de investigación (uso secundario).
Ante todo, para conseguir que la IA llegue a las consultas de los médicos, lo primero es que estos profesionales las conozcan y estén dispuestos a manejarlas. La acogida por parte del sector sanitario se sitúa entre el entusiasmo y el escepticismo, incidiendo en la disparidad de su implementación en distintos lugares y servicios de salud.
El doctor Troncoso tiene clara la receta para ganarse la confianza de los médicos y superar los recelos: hacer una comunicación transparente y realista. Este proceso de información comienza por explicar claramente qué pueden y qué no pueden hacer estas herramientas, dejando claro cuáles cuentan con el respaldo de evidencia para aplicarse en la práctica clínica y con cuáles se sigue aún experimentando para comprobar su alcance. Por ello, destaca que es crucial que se entiendan estos sistemas como “herramientas de apoyo o asistentes avanzados".
Otra forma de generar confianza es desterrar los miedos de quienes ven en la IA el potencial de reemplazar a los profesionales de la medicina o quitarles sus puestos de trabajo. Frente a ello, recalca la importancia como elemento “insustituible” del factor humano. Sus funciones pueden ir desde analizar grandes volúmenes de datos, identificar patrones, agilizar búsquedas de información o incluso proponer diagnósticos diferenciales, pero siempre bajo la supervisión y el criterio del profesional. Un aspecto que se fundamente en valores como la empatía, la generación de confianza a través de la relación terapéutica o la compleja elaboración de un juicio clínico. Algo, en definitiva, que la IA nunca va a conseguir reemplazar.