Por Gema Puerto
31 de enero de 2023Alberto, tiene 14 años, es muy impulsivo y no se concentra. Como asegura su padre “es muy nervioso. Tiene dificultades para estar sentado, hacer deberes, o realizar cualquier tarea de índole intelectual. La situación se ha vuelto insostenible y, en el colegio, ha recibido distintas amonestaciones por su mal comportamiento, además de suspender varias asignaturas”.
Después de analizarlo con la orientadora del colegio y llevarlo a neuropediatría, sus padres ya tienen el diagnóstico. Sufre trastorno por déficit de atención e hiperactividad, comúnmente conocido como TDAH. La doctora ha llegado a esa conclusión después realizarle una resonancia del cráneo y valorar los informes de distintos psicopedagogos que trataron a Alberto cuando era más pequeño. También la neuropediatra ha sopesado los antecedentes del pequeño, ya que, aunque su tío paterno no está diagnosticado, se cree que también lo tuvo.
Según Rafa Guerrero, psicoterapeuta y autor del libro “TDAH. Entre la patología y la normalidad”, “el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo por el cual el niño o adolescente tiene dificultad para concentrarse, intranquilidad, nerviosismo, necesidad de estarse moviendo constantemente y una alteración del control de impulsos. Lo sufre más del 5% de la población infantil y juvenil entre los tres y los 16 años. Es un proceso de alteración del sistema nervioso central que dificulta controlar el comportamiento de las emociones y los pensamientos, no poder concentrarse y dificultades para adaptarse en situaciones que necesitan gran atención”.
Es importante hacer una detección temprana de esta patología ya que tanto el niño como la familia obtendrán grandes beneficios con las terapias actuales, ya sea mediante medicamentos que le ayuden a concentrarse, como con terapia psicológica. Así se reducirá el impacto que produce la impulsividad, la hiperactividad y la falta de concentración.
No hacer el tratamiento puede provocar fracaso escolar. Sin él, el paciente tendrá dificultades para memorizar y concentrarse, atender o escuchar en el colegio, lo que le provocará una frustración que después puede acabar en síntomas depresivos o adaptativos. También la impulsividad puede generar lesiones, problemas en el colegio con compañeros y diferentes problemas de comportamiento.
“Hay un porcentaje alto de profesores que tienen alumnos con TDAH y no lo saben. Los niños que lo sufren no se concentran y son impulsivos, pero esos son los síntomas. Lo que hay que buscar es la raíz del problema. EL TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que indica un procesamiento lento del cerebro, éste puede ser hasta un 35% más lento”, añade Guerrero quien asegura que su impulsividad suele generar situaciones estresantes, surgen problemas de concentración y de difícil organización debido a que no pueden mantener la atención, se distraen con facilidad e incluso se ha llegado a describir como una sordera ficticia ya que no escuchan.
Para este picoterapeuta el TDAH no se cura, pero “se puede amortiguar dando recursos al niño o al adolescente para que haga trabajar la parte prefrontal de su cerebro que es la que tiene afectada”. Guerrero, no está en contra ni a favor de los medicamentos “la medicación es un complemento, si creo que al niño le viene bien le derivo al neurólogo. Gracias a los fármacos se aumentan los niveles de dopamina y noradrenalina. Se focaliza mejor y se controlan los impulsos, eso está muy bien, ya que ayuda a la concentración en clase, pero lo que queremos es que en algún momento se les reeduque con estrategias y recursos para quitarle la medicación y que funcione sin muletas”.
“Cuando un niño es disruptivo en el aula, o en casa, hay algo que nos dice que algo está pasando. Lo que hay que hacer es no quedarse en los síntomas. Si nuestro hijo suspende ocho asignaturas, esa es la consecuencia, pero hay una raíz neurológica, ambiental etc. A lo mejor resulta que tiene dificultades para concentrarse, a lo mejor resulta que sus padres se llevan fatal, o alguien ha abusado de él o su abuelo se está muriendo...”, añade Guerrero. La respuesta es no juzgarles desde su entorno familiar, la escuela, los amigos…Estos niños “sufren una desregulación a muchos niveles, hay mucho miedo, mucha rabia y tienen la autoestima tocadísima. Son niños castigados y estigmatizados”.
Para acompañarle en su problema de maduración “es cuestión de tiempo y paciencia, la clave está en los adultos, los profesores. No está en el menor. El menor baila en función de la música que le pongamos. Lo que hay debajo de esos síntomas es una problemática a nivel de supervivencia. Yo les digo a los padres, imaginad que vuestro hijo está en la selva y corre ante un tigre. Vosotros, de forma paralela, le preguntáis por los autores de la generación del 27 y vuestro hijo mientras tanto se está jugando la vida. ¿Técnicas de estudio? No, lo primero son los cimientos, lo último es el ático, es decir, las notas. Hay que demostrarles que les quieres y que están arropados”.