
Por Juan García
31 de octubre de 2025Si ya de por sí es frustrante notar que uno mismo no es capaz de aprender en el colegio ni desarrollar habilidades sociales al ritmo de sus compañeros, cuando detrás de esta situación hay una explicación patológica a la que no se le pone nombre, el desencanto es aún mayor. Lo que se camuflaba como una excesiva timidez y dificultades para el aprendizaje, en el caso de la barcelonesa Sara Marín, escondía una enfermedad con diagnóstico tardío que, a pesar de ser la causa de discapacidad intelectual hereditaria más frecuente, sigue siendo una gran desconocida para buena parte de la sociedad e incluso algunos profesionales de la medicina: el síndrome X frágil.
A Sara no le diagnosticaron esta patología hasta años después de habérselo encontrado a su hijo. A ella, su diagnóstico le generó un sentimiento de “liberación”, al lograr encontrar una explicación a tantas actitudes y diferencias con otras personas que había experimentado a lo largo de su vida. En sus propias palabras, según señala en conversación con Medicina Responsable, esta noticia le permitió “encajar el puzzle de mi vida”. Sara vivió su pubertad necesitando “ayuda para todo”: “Yo siempre era más bien cohibida y tenía mucho miedo a todo, no sabía expresar bien lo que quería, no era capaz de coger un tren sola...”. Hoy, tras años de apoyo psicológico y buscándose sus propias “estrategias” para vencer los estragos de la enfermedad, se reconoce “sin miedo a nada”.
Esta paciente, además de trabajar en una pastelería, ha logrado llevar la vida que siempre intentó llevar y ser quien ansiaba: “Hago teatro, estoy en un grupo de baile y socializo con todo el mundo”. Pero el camino hasta esta autonomía y liberación ha sido a costa de “una vida de lucha y de conseguir poquito a poco avances”, nos cuenta “orgullosa” de la evolución que ha experimentado.
La alteración de un segmento del código genético en el cromosoma determina la aparición de esta enfermedad que frecuentemente ha pasado desapercibida y que, hoy en día , sigue acumulando un importante volumen de diagnósticos pendientes. Esta patología aparece cuando el gen FMR1 tiene una longitud superior a las 200 repeticiones, lo que inhibe la producción de la proteína FMRP, responsable de funciones cruciales a nivel de neuroplasticidad.
Es por ello que el X frágil presenta un cuadro clínico diverso y complejo, con variaciones de manifestación considerables entre chicos y chicas. “Se manifiesta de forma diferente ya que las mujeres tenemos dos cromosomas X y podemos compensar, al menos parcialmente las alteraciones que ocurren en el cromosoma”, explica a este medio la neuropediatra en el Hospital Parc Tauli de Sabadell. Una realidad que la paciente explica de forma gráfica: “Tengo una X que está ‘dormida’ y otra que va a mil por hora”.
El síndrome de X frágil se manifiesta de forma más evidente entre los chicos, generando una diversidad de síntomas más amplia y notoria. “El cuadro clásicamente conocido era el descrito en chicos: discapacidad intelectual, rasgos del espectro autista, hipersensibilidad sensorial, dificultad de concentración, ansiedad, una mayor prevalencia de epilepsia...”, enumera la doctora Roche. A esto se suman otras alteraciones médicas relacionadas con el trastorno de colágeno, que dan lugar a pie valgo, escoliosis u otitis de repetición. Además, la enfermedad se expresa en los hombres con una apariencia física que, a partir de la pubertad, da cuenta del fenotipo habitual asociado a esta enfermedad: “Cara alargada, orejas grandes, despegadas, macroorquidismo, frente amplia e hiperlaxitud”.
Estos rasgos, junto al avance en conocimiento sobre la patología, permitieron que a Arnau, el hijo pequeño de Sara, le diagnosticaran el X frágil en el año 2009. En un primer momento, dada la carga genética que determina la aparición de esta enfermedad, a Sara le diagnosticaron como portadora del gen defectuoso, pero no como paciente. Sin embargo, tres años después descubrió gracias a su asistencia a un congreso que ella también la padecía.
“En los chicos sería este fenotipo conductual de retraso en los signos del desarrollo con hiperlaxitud o retraso al caminar, dificultades en la adquisición de lenguaje verbal, ansiedad social, hiperactividad. Hay niños que cuya discapacidad intelectual puede no ser tan evidente, pero progresivamente se irán separando de su curva de aprendizaje prevista por edad”, explica la doctora. Por su parte, en las chicas suele pasar más “desapercibida”, siendo la ansiedad social y el mutismo selectivo las manifestaciones más frecuentes, lo que hace que muchas veces se haya disfrazado de timidez.
Así lo vivió Sara en sus propias carnes, quien pasó su infancia y adolescencia acostumbrándose a escuchar comentarios del tipo “si eres vaga y no te esfuerzas no vas a conseguir nada en la vida”. El psicólogo de su escuela se limitó a concluir que era una cuestión personal de esfuerzo. La gran incomprensión que sentía ella misma y que percibía de su entorno le generó una sensación de “invisibilidad”. “Era una confusión de emociones porque dices: no sé lo que me está pasando y por qué no puedo ser como mi compañera de al lado de pupitre que es tan espabilada y tan abierta y tan fantástica”, rememora.
Sara es el rostro del infradiagnóstico tan importante que acusan los pacientes de esta enfermedad. Aunque su caso, afortunadamente, tiene final feliz con una detección tardía, hay aún muchos pacientes que no saben que tienen esta enfermedad.
Un estudio del año 2014 estima que hasta el 80% de los pacientes de X frágil podrían no estar diagnosticados. A propósito de esta cifra, la doctora Roche señala que, si bien habría que hacer una revisión actualizada de esta evidencia para conocer la incidencia actual, solo contarían con diagnóstico en torno a uno de cada cuatro pacientes. 
A Sara fue precisamente el diagnóstico lo que le cambió radicalmente su vida. “Fue un palo”, reconoce, aunque, a raíz de enfocarse en el diagnóstico de su hijo, fue también capaz de afrontar los desafíos en su vida cotidiana que le plantaba la enfermedad. En ese proceso, contactar con la asociación de pacientes de X frágil de Barcelona fue un verdadero punto de inflexión para ella: “Conocimos a gente fantástica y profesionales que nos ayudaron a ir viendo la luz al final del túnel”. Gracias a ese apoyo y el seguimiento médico que ha tenido desde entonces, Sara presume hoy de tener un hijo “muy autónomo”.  
A pesar de la “odisea” que le supuso en un principio dedicarse a las necesidades de su hijo, el encontrar respuestas a través del diagnóstico fue algo que aún, a día de hoy, valora enormemente: "A veces pienso que Arnau me ha salvado a mí porque al fin entiendo lo que me estaba pasando a mí".
La neuropediatra enumera el amplio listado de profesionales que intervienen en el abordaje del síndrome X frágil que, recalca, debe ser “multidisciplinar”: “Hay una persona que debe ser el referente de los pacientes, en este caso el neuropediatra, pero también hay una relación muy estrecha con el psicólogo. A estos se suma el apoyo de traumatólogos, cardiólogos, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas ocupacionales”.
En este abordaje también pueden entrar en juego un amplio listado de fármacos para abordar las manifestaciones sintomáticas: “Si tienen epilepsia, antiepilépticos, además de estimulantes para los frecuentes problemas de atención, concentración e hiperactividad. En la edad adulta a veces se utilizan fármacos neurolépticos o antipsicóticos o antidepresivos o moduladores de conducta”. Pero, entre este nutrido catálogo de especialistas y fármacos, la doctora resalta que no se puede perder de vista el objetivo central de todo el tratamiento: que las personas sean lo más independientes posible en el mundo real. Sara, más allá de pastillas y visitas al psicólogo, ha encontrado en el ocio su propia receta para olvidarse de las limitaciones que plantea la enfermedad: el teatro y bailar. “Para mí son terapéuticos”, declara.
Pero aún son muchos los pacientes a los que les falta un diagnóstico como este, por lo que la concienciación sigue siendo un aspecto crítico, resalta la doctora Roche. Solo a través de una detección precoz se pueden abordar correctamente los síntomas. “Si hiciéramos un test genético nada más nacer, ya sabríamos si la persona tiene el síndrome de esta mutación. Las asociaciones de pacientes lo reclaman, la discusión viene en que no hay un tratamiento curativo que pueda modificar la evolución. Pero cuanto antes empiezas con una terapia, mayor probabilidad de éxito tienes por empezar este tratamiento precoz”, explica la doctora.
“Nos queda mucho por hacer, los pacientes nos cuentan que cuando llegan a consulta algunos médicos de familia no han oído hablar del síndrome X frágil”, añade para recalcar la necesidad de mejorar la concienciación. Además, invita a desterrar las visiones paternalistas sobre estos pacientes: “Parece que siempre los tenemos que proteger y no debemos olvidarnos que hay momentos en los que ellos van a poder aportar muchísimo”.