Por Virginia Delgado
18 de febrero de 2025Brian tiene 31 años y cuando sólo tenía tres le diagnosticaron síndrome de Asperger. El diagnóstico llegó después de que sus padres le llevaran al médico pensando que tenía otra dolencia: sordera. “Yo oía, no tenía ese problema. Lo que me sucedía es que estaba en mi mundo. Es lo que nos sucede a los Asperger. Vivimos en una realidad un poco paralela. Nos cuesta adaptarnos en la sociedad”, explica este joven a Medicina Responsable.
Esta falta de adaptación se debe a un trastorno del neurodesarrollo que sufren estas personas, que les afecta a la comunicación y a las habilidades sociales y motoras. Sin embargo, tienen un lenguaje fluido y una inteligencia normal, e incluso superior a la media. “Se encuentra incluido en los TEA o Trastornos del Espectro Autista”, aclara el joven.
A la hora de relacionarse, las personas con síndrome de Asperger tienen dificultades para abstraer conceptos e interpretar los sentimientos. El lenguaje lo comprenden de forma muy literal, por lo que no suelen entender bromas, chistes o sarcasmos. “Esto nos hace ser demasiado correctos o puntillosos, lo que tira para atrás a mucha gente porque se lo toma muy mal. Nosotros no tenemos un filtro para hablar con las personas normales o neurotípicas. Tampoco entendemos el lenguaje no verbal. Esto, en mi caso, ha hecho que haya tenido bastantes inconvenientes cuando he querido relacionarme con personas que me han gustado. Por otro lado, somos muy sensibles a los ruidos, luces, olores y sabores”, explica Brian.
Aun así, este joven canario ha conseguido muchas metas que se ha marcado. Ha cursado dos estudios superiores de audiovisuales, realización y producción y, actualmente, trabaja como recepcionista. Algo que puede resultar paradójico por su falta de habilidades sociales. “No es fácil. Cuando viene mucha gente al mismo tiempo a preguntarme o tengo delante mucha documentación, me puedo equivocar. Hay veces que pregunto dudas y otras, deduzco”, dice.
Brian aclara que las personas con Asperger “son bastante buenos” en los ámbitos que le gustan “mucho”. “Yo lo soy en la organización de documentación y en la fotografía, que es lo que he estudiado”, dice. El joven recuerda su etapa formativa como dura. “Me cuesta entender los conceptos, pero no memorizar. En clase, cuando daba un tema más práctico que teórico, me resultaba difícil e iba a apoyo. Con este refuerzo, lo aprobaba. También, me costó sacar el carnet de conducir, pero lo conseguí”, recuerda.
Gracias a ello, Brian es independiente y, como dice con orgullo, “soy bastante resolutivo, organizo mi vida y mis planes. Al final, me mentalizo de que tengo que manejarme porque tengo 31 años”. No obstante, reconoce que “a veces” se siente bastante solo. Por ello, hace un llamamiento a la sociedad. “La gente está concienciada con el Asperger en la teoría, pero en la práctica a las personas les cuesta empatizar con nosotros. Yo les pediría, y a las instituciones, que se pusiesen un poquito más en nuestro lugar porque, al final, nos cuestan muchísimas cosas y enfrentarnos a la vida. Necesitamos más ayuda en el ámbito social, en el laboral y en el escolar”, reclama Brian.
El joven considera que, además de visibilidad, el síndrome que padece necesita más investigación. “Sobre todo en las mujeres, porque en ellas es más difícil detectarlo”, añade. Esto se debe a que las niñas, adolescentes y adultas tienen unas destrezas a nivel relacional y social diferentes a ellos, que hacen que “disimulen su condición”. Actualmente, hay cuatro hombres por cada mujer diagnosticada.
En cifras generales, tres de cada mil niños nacidos en España tienen síndrome de Asperger. De adultos, sólo el 10% tiene una vida autónoma. Brian se incluye en este porcentaje. “Yo he viajado solo a varios países. Creo que, teniendo esta condición, es una cosa de admirar”, concluye.