Por Andrea Rivero
17 de octubre de 2022En pleno siglo XXI las cirugías robóticas, las terapias génicas o las biopsias líquidas forman ya parte del imaginario médico, avances muy importantes para la cura y la detección de enfermedades. Pero, ¿qué pasa con el dolor que millones de personas sufren a diario y, en ocasiones, de manera crónica?
El dolor es tan antiguo como la existencia misma del ser humano. Sin embargo, no siempre se le ha prestado la atención que merece y, en ocasiones, se señala a los profesionales médicos por centrarse en los síntomas y en el tratamiento de las patologías, pero no en el dolor que puede sufrir el paciente. ¿Hasta qué punto es cierto?
Según María Madariaga, presidenta de la Sociedad Española del Dolor (SED) y responsable de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario HM Torrelodones y del Hospital Infanta Sofía de Madrid; “eso claramente es así. Tiene que ver con una falta de formación durante el grado de ciencias de la salud correspondiente; hasta hace pocos años no había prácticamente ninguna asignatura relacionada con el conocimiento de los mecanismos y tratamientos del dolor en Medicina”. El dolor es una experiencia individual compleja que incluye aspectos sensoriales, emocionales y sociales. Es importante comprender que un mismo dolor no será experimentado de igual forma por distintas personas. Así es cómo describe la SED esta sensación y también puede servir como parte de la respuesta a la pregunta planteada.
La complejidad y las variantes del dolor dificultan encontrar una “cura”, pero sí que hay muchas maneras de tratarlo. Se han descrito tres tipos de dolor: el dolor somático, producido por la activación de los receptores del dolor en la piel, el tejido subcutáneo, el músculo y el hueso; el dolor neuropático, causado por una lesión en el sistema nervioso y el dolor visceral, provocado por la distensión de las capas que rodean un órgano. A su vez, se dividen en dolor agudo, que dura menos de un mes y en dolor crónico, que dura más de tres meses y que afecta a un 20% de la población europea, según datos de la Federación Europea del Dolor (EFIC). “Estamos hablando de un problema complejo que afecta al sistema nervioso, al sistema musculoesquelético y al ánimo. Son tantos frentes que para cualquier sistema sanitario el abordaje del dolor es un reto, solamente por la carga económica que supone y ya no digo por la carga asistencial, que es enorme”, explica la doctora Madariaga.
Todo este abanico de causas y orígenes del dolor implica diversas maneras de tratarlo y estudiarlo. Desde los ritos mágicos que se utilizaban en el año 9.000 a.C, hasta los últimos procedimientos terapéuticos, como la neuromodulación, surgidos en el siglo XX, ha habido muchas investigaciones que han dado como resultado grandes avances en su tratamiento y demuestran que el dolor nunca se ha dejado de lado del todo.
Existe una escala sobre las diversas maneras de tratar el dolor. En el primer escalón se encuentran aquellos que pueden ser tratados con analgésicos menores como antiinflamatorios y que se indica, por ejemplo, en el dolor oncológico leve/moderado. En el segundo escalón se encontrarían aquellos que son tratados con codeína (dolor leve/moderado), dihidrocodeína o tramadol (dolor moderado). En el tercer escalón están aquellos que se tratan con opiáceos mayores, fármacos coadyuvantes u otros tratamientos como ondas eléctricas que disminuyen el dolor. En el cuarto y último escalón entran los que son tratados con infiltraciones, aparatos implantados o, en el caso más extremo, con intervenciones quirúrgicas.
Según explica la doctora Madariaga, “hay nuevas dianas terapéuticas, nuevos mecanismos de acción, nuevas vías del dolor y nuevos tratamientos fuera de lo biológico y farmacológico, que pueden ayudar mucho a los pacientes. Sí que hay líneas de investigación que son novedosas, pero se tarda bastante en llevarlo a la práctica clínica”. Para revertir esta situación, “hay que invertir en que esas novedades lleguen a los pacientes y que los profesionales sanitarios dispongamos de esas herramientas lo antes posible y superar la media de 17 años que se calcula que tarda una molécula o un mecanismo terapéutico en ser utilizado desde que se descubre inicialmente”.
A lo largo de los siglos la investigación científica ha permitido entender y controlar el dolor con medicamentos, cirugía y otros tratamientos que han permitido mejorar la calidad de vida de los pacientes. Los avances y la dirección que está tomando la investigación médica a día de hoy está cada vez más orientada a la personalización.
“Aunque sea algo diferente en cada paciente si sientes dolor, sientes dolor. Aunque tú lo vivas de una manera y yo de otra porque nuestras circunstancias sean distintas y somos personas diferentes, realmente el tratamiento del dolor al que debemos aspirar probablemente se parezca mucho y tenemos el mismo derecho a ser aliviados”, concluye la doctora Madariaga.