
Por Virginia Delgado
21 de noviembre de 2025Cuando Rocío vio que a su hija Sara, de tan solo cinco meses, le salían manchas rojas en la piel después de darle el biberón con leche en polvo, se alertó y la llevó al médico. No hicieron falta más pruebas que una analítica para el diagnóstico: la pequeña era alérgica a la proteína de la leche.
A partir de ese momento, la alimentación de Sara estuvo muy vigilada para que ni una gota de leche se incluyera en sus menús.
Solo hubo un paréntesis en este cuidado que podría haberles dado un buen susto. “A los tres años me realizaron una prueba y me dijeron que se me había quitado la alergia, por lo que hice vida normal. Sin embargo, cuando cumplí los cinco, en un control, se dieron cuenta de que no había desaparecido, sino que había mutado. La piel ya no se me enrojecía, sino que se me cerraba el esófago. Sufría esofagitis”, explica a Medicina Responsable la afectada, que ha cumplido 21 años.
Pero ahí no quedaron las malas noticias. El alergólogo también detectó que era alérgica al gluten. “En el momento en que te comunican todo, te sientes un poco perdida, insegura y te puede el miedo. Después, empiezas a inculcar todo a tu hija y te das cuenta de que lo lleva bien, incluso mejor que tú”, recuerda Rocío.
La madre de Sara lamenta que, por aquel entonces, no hubiera casi información sobre las alergias de su hija, por lo que agradece la labor de las asociaciones de afectados a las que acudió.
Los primeros años, la inyección de adrenalina acompañó a la joven allí donde iba, pero después dejó de ser “su mejor amiga”. “Soy muy cuidadosa y, a día de hoy, no he tenido ningún problema. No obstante, reconozco que me asusta ir a restaurantes porque hay mucho desconocimiento sobre las alergias y no se tiene el cuidado que se debería. Por ejemplo, no hay conciencia de lo que puede afectar a un alérgico la contaminación cruzada”, comenta Sara. Esto hace que, en muchas ocasiones, insista sobre el contenido del plato que le sirven. “Pregunto 500 veces si están seguros de que no lleva gluten ni nada de leche. Esta situación hace que te miren mal. Es como si les estuvieras poniendo en duda y no es eso, lo que ocurre es que te puedes morir si no toman las medidas adecuadas”, añade.
A pesar del miedo e inseguridad que han sentido y pueden sentir Sara y sus padres, ninguno ha querido que la joven, que estudia Publicidad y Relaciones Públicas, dejara de disfrutar de una infancia y juventud “normal”. “He ido a un campamento y de Erasmus a Croacia. Soy muy echada para adelante”, dice a Medicina Responsable. No obstante, demanda información por parte de los profesionales. “Considero que cuando los alérgicos nos vamos de viaje nos deberían orientar sobre, por ejemplo, cómo conseguir las inyecciones, si van con receta…”.
Por otra parte, lamenta que el etiquetado de los productos “no sea claro”. “Hoy en día, en los embalajes sí se especifica que un producto no tiene gluten, pero no ocurre lo mismo con la leche. He tenido que llamar muchas veces a los fabricantes para informarme del contenido”, señala la joven.
Sara reconoce que en muchas ocasiones se ha sentido “la rara y diferente”, sobre todo, cuando era una niña. “De pequeña, cuando me invitaban a cumpleaños, llevaba mi comida en un táper y, si me quedaba a comer en el colegio, me sentaban en una mesa aparte. Esto hacía que me sintiera diferente y me generaba inseguridad”, concluye.
Este sentimiento lo tiene la mayoría de personas alérgicas, por lo que ven necesario que se refuerce la concienciación social.
Aprovechando que este viernes se celebra el Día Internacional de la Anafilaxia (reacción alérgica grave en todo el cuerpo a un químico que se ha convertido en alergeno), afectados y entidades que les representan han alzado la voz.
Así, la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex (AEPNAA) ha solicitado al Congreso de los Diputados y a los parlamentos de Asturias, Galicia, Andalucía, Canarias, Castilla y León y Cantabria la lectura de una declaración institucional, que tiene como fin reforzar la empatía por parte de la sociedad. “Hemos puesto a disposición de las cámaras legislativas un texto que subraya la importancia de la prevención, la formación y la respuesta inmediata ante una anafilaxia. También, demanda el fortalecimiento de las políticas públicas para proteger especialmente a los colectivos más vulnerables, entre ellos los menores en edad escolar”, han explicado desde AEPNAA.
Galicia ha sido la primera comunidad en sumarse a la iniciativa. “A partir de hoy, comenzaremos una ronda institucional con los gobiernos autonómicos para promover protocolos claros y homogéneos, formación del personal escolar y una legislación sencilla que garantice una actuación responsable de la comunidad educativa. España tiene que avanzar hacia un marco común de prevención, seguridad y respuesta rápida, que garantice entornos preparados y reduzca el riesgo de situaciones de emergencia, La protección no puede depender del código postal”, ha concluido la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex.