Por Julia Porras
12 de julio de 2023Con el aumento de las temperaturas aumentan también los problemas circulatorios de aquellos pacientes que sufren lo que se conoce como enfermedad venosa (EV) o varices, una patología crónica, vascular y progresiva que afecta todo el año a los pacientes, pero cuyos síntomas empeoran durante los meses de más calor. Sus síntomas son pesadez, hormigueo e incluso dolor agudo en las piernas. Es lo que se conoce como piernas cansadas.
Teresa lo sufre cada verano. “En cuanto empieza el calor me empiezan a doler mucho las piernas, las noto pesadas y un hormigueo las recorre de arriba abajo continuamente. Es como si tuviera hormigas dentro paseando por mis venas”. Ella no tiene un diagnóstico claro todavía, porque sus varices no son visibles a simple vista, sin embargo “se me marcan mucho las venas, son como pequeñas telarañas que me recorren la pierna”. El de Teresa, es un caso claro de enfermedad venosa crónica, las conocidas varices. Ella debería ir su médico de cabecera ya que este problema debe ser tratado, en primer lugar, en la Atención Primaria. “Cuando un paciente sufre estos síntomas no deben ser banalizados, ni por el profesional ni por los pacientes. Es una enfermedad muy infradiagnosticada porque la persona que la sufre solo acude a su médico cuando tiene las molestias y muchas veces no se le deriva al especialista”, explica el doctor Manuel Frías Vargas, médico de primaria y coordinador del Grupo de Trabajo de Vasculopatías de Semergen (Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria).
El médico de familia debe diagnosticar, y en este caso, “tratar con fármacos venoactivos específicos e indicar el uso de medias de compresión, así como la derivación a otros profesionales, si fuera necesario”, aclara el doctor Frías. Los medicamentos venoactivos son los más idóneos para tratar esta patología ya que “se dirigen directamente a las dos alteraciones típicas de la enfermedad venosa crónica; a la hipertensión y a la inflamación venosa directamente”, dice el doctor Frías.
Las venas tienen como función devolver la sangre al corazón. Para conseguir este fin, disponen de unas válvulas en sus paredes que se abren por el efecto de la fuerza de la sangre y se cierran por efecto de la gravedad. Así es como la sangre asciende de un tramo a otro. En esta acción también intervienen los músculos de las piernas, cuyo ejercicio comprime las venas y favorece la ascensión de la sangre hacia el corazón. Pero, en ocasiones, este juego no se produce de forma adecuada y provoca una alteración de la válvula. La válvula afectada no se cierra correctamente y se produce el reflujo de sangre en sentido contrario. El resultado, en un primer momento, es la acumulación de sangre en pequeñas venas (varices) y capilares que deriva en un incremento de la presión y, posteriormente, en la extravasación de líquido a los tejidos circundantes. Esto se traduce en una sensación de pesadez, hinchazón y dolor de piernas.
Visualmente, lo que se puede ver de esta enfermedad son “las telengiectasias o arañas vasculares, que son pequeñísimas venas que sólo se hacen visibles cuando se dilatan. Suelen ser de color violáceo y por ellas no circula correctamente la sangre, lo que causa pesadez, ardor o dolor”.
“Es muy molesto, porque a veces, en días de mucho calor, apenas puedes caminar”, asegura Teresa. Pero es una dolencia a la que se pueden aplicar diversos tratamientos que pueden mejorar la calidad de vida de los pacientes. Así, la farmacología y las medias de comprensión en todas las etapas de la enfermedad son recomendables, pero también otras medidas como evitar el sedentarismo, procurar una dieta saludable y caminar. Además, hay que tratar de llevar un calzado adecuado, que respete la dinámica normal del pie y evitar exposiciones prolongadas al calor en las piernas. “Poner los pies en alto durante 30 minutos, 3 o 4 veces al día, también ayuda”, apunta el doctor Frías. Por otra parte, durante el descanso nocturno es buena idea elevar las piernas unos 15 centímetros por encima de la cabeza. Caminar y hacer ejercicios específicos y luego darse una ducha fría, ayudan por otro lado a reducir el volumen del pie, del perímetro del tobillo y de otros síntomas. “Las duchas frías en las piernas deben ser, eso sí, en recorrido ascendente, de tobillo a ingle por la cara interna de la extremidad, para que sea realmente eficaz”, concluye el doctor Frías.