Por Andrea Rivero
16 de agosto de 2023Cuando hablamos de obesidad en muchas ocasiones nos quedamos con el aspecto físico de la persona, la alimentación que sigue, la dificultad para encontrar ropa, sus problemas de movilidad etc. Pero esta enfermedad tiene un trasfondo mucho más complejo. El 16,5% de los hombres y el 15,5% de las mujeres padecen obesidad, según los últimos datos de la Encuesta Europea de Salud en España. Esto conlleva grandes riesgos para la salud, desde la aparición de diabetes, artrosis degenerativa, infertilidad y, por supuesto, el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
“Se asocia con una serie de disfunciones metabólicas, que provocan a su vez un aumento del riesgo cardiovascular. Así, se ha demostrado que el exceso de grasa visceral aumenta la probabilidad de desarrollar resistencia a la insulina, hipertensión arterial, dislipemia aterogénica, y el riesgo de trombosis e inflamación endotelial”, explica la doctora Mónica Recio Valle, especialista en cardiología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid. Estas características que nombra la doctora es lo que comúnmente se denomina síndrome metabólico, el cual está relacionado con el desarrollo de enfermedad cardiovascular. Está demostrado por diversos estudios que la obesidad es un factor de riesgo elevado para padecer “enfermedad coronaria, infarto agudo de miocardio, angina de pecho, insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial, fibrilación auricular e ictus”, añade la doctora.
Los especialistas insisten en que el cambio de los hábitos de vida es la base de todo tratamiento contra la obesidad. “Es el primer escalón que se lleva a cabo en todos los pacientes, tanto los que tienen enfermedad cardiaca asociada, como los que no”, indica la especialista, que además añade que “el objetivo es, por un lado, adelgazar, pero también disminuir el riesgo metabólico y prevenir o tratar los factores de riesgo y las comorbilidades asociadas”.
El ejercicio físico es un elemento fundamental en cualquier programa de pérdida de peso. Se recomienda practicar ejercicio aeróbico moderado durante un mínimo de 150 minutos a la semana, combinado con tres sesiones semanales de ejercicios de resistencia para aumentar la fuerza muscular. “En función de la edad, el estado físico y la existencia de otras patologías, se puede aumentar la actividad física a 60 minutos diarios durante cinco días a la semana”. Además, se recomienda diseñar una dieta individualizada que permita un déficit de 500-1.000 calorías al día, “pero con un aporte calórico que no sea inferior a 1000-1200 kcal/día en mujeres y 1200-1600 kcal/ día en hombres”, aclara la doctora Recio.
Por otro lado, se recomienda combinar los cambios de estilo de vida con un tratamiento farmacológico en pacientes con un IMC ≥30 kg/m2 que no hayan conseguido una pérdida de peso del >5% con otras medidas o en pacientes con un IMC ≥27 kg/m2 que presenten comorbilidades asociadas a la obesidad. A pesar de estas amplias indicaciones, menos del 3% de los pacientes con estas características reciben este tratamiento.
La cirugía bariátrica es una estrategia eficaz para mantener la pérdida de peso a largo plazo, “ya que consigue reducir el peso corporal entre el 10% y el 40%, lo que mejora el pronóstico y reduce la mortalidad global”, añade la especialista. Para optar por esta intervención, el tiempo de evolución de la obesidad debe ser superior a los cinco años y deben haber fracasado los tratamientos previos.
Existe evidencia que demuestra que la pérdida de peso controlada reduce el grosor de la musculatura coronaria, mejora la función sistólica y diastólica, disminuyendo el riesgo de insuficiencia cardiaca, y reduce el grosor íntima-media carotídea, (el factor de riesgo que más se asocia con la enfermedad cardiovascular), evitando la formación de placa de ateroma en la misma. Además, la doctora Recio explica que existen efectos indirectos de la pérdida de peso, “puede reducir la presión arterial, disminuir los niveles de triglicéridos en sangre y aumentar los del colesterol HDL, ayuda a prevenir y retrasar la aparición de la diabetes de tipo II y mejora la resistencia a la insulina y mejora los niveles de glucosa en sangre de los pacientes diabéticos”.
En conclusión, la reducción de peso contribuye claramente a la mejora de nuestra salud cardiovascular.