Por Lucía de Mingo
16 de enero de 2023Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, ha sacado a la luz que las bacterias intestinales afectan a la salud del cerebro. Según la investigación, éstas producen compuestos que influyen en el comportamiento de las células inmunitarias, incluidas las del cerebro, que pueden dañar el tejido cerebral y exacerbar la neurodegeneración.
Los hallazgos, descubiertos en ratones y publicados en la revista científica Science, abren la posibilidad de remodelar el microbioma intestinal como una forma de prevenir o tratar la neurodegeneración. Hay que tener en cuenta que el trastorno neurodegenerativo es un tipo de enfermedad en la que las células del sistema nervioso central dejan de funcionar o mueren, además, habitualmente, empeora con el tiempo y no tiene cura.
Para determinar si el microbioma intestinal puede estar desempeñando un papel causal, es decir, si puede ser la causa del desarrollo de enfermedades neurodegenerativas, los investigadores alteraron los microbiomas intestinales de ratones predispuestos a desarrollar daño cerebral y deterioro cognitivo similares al alzhéimer. Lo que querían saber era si podrían retrasar o prevenir la neurodegeneración si manipulaban el microbioma de estos roedores con antibióticos, probióticos, dietas especializadas u otros medios justo antes de que estos comenzaran a mostrar signos de daño cerebral.
"Le dimos antibióticos a ratones jóvenes durante solo una semana y vimos un cambio permanente en sus microbiomas intestinales, sus respuestas inmunitarias y la cantidad de neurodegeneración, relacionada la proteína tau, que experimentaron con la edad", afirma el autor principal del estudio, David M. Holtzman. "Lo emocionante es que manipular el microbioma intestinal podría ser una forma de tener un efecto en el cerebro sin poner nada directamente en el cerebro".
Además, Linda McGavern, directora del programa en el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos, añade que este estudio abre una nueva puerta al uso de terapias que alteran los microbios intestinales para frenar el inicio o la progresión de los trastornos neurodegenerativos.