Por Juan García
17 de octubre de 2025Hipertensión, cáncer, diabetes, patologías respiratorias...Hay determinadas enfermedades que una vez son detectadas acompañarán al paciente durante toda su vida. Aunque afortunadamente los avances terapéuticos han permitido hacer muchas de estas enfermedades crónicas más llevaderas, siguen existiendo grandes necesidades terapéuticas y el abordaje con las opciones existentes representa una gran carga para pacientes y familiares, además de una cuantiosa factura para los sistemas de salud.
Las enfermedades crónicas se han erigido como el principal desafío para el sistema sanitario y, por ello, el Ministerio de Sanidad ha tratado de poner cifras a este fenómeno. En esta línea, el secretario de Estado, Javier Padilla, ha presentado el Documento de Desarrollo 2025-2028 de la Estrategia para el Abordaje de la Cronicidad en el Sistema Nacional de Salud (SNS), del que se extrae que 54,3% de la población mayor de 15 años padece al menos una enfermedad crónica.
Este informe, elaborado en colaboración con comunidades autónomas, sociedades científicas, profesionales sanitarios, asociaciones de pacientes y entidades del tercer sector, aporta también otras reveladoras cifras que permiten dimensionar el impacto de la cronicidad. Así, se muestra que estas patologías generan el 80% del gasto sanitario y acaparan tres de cada cuatro consultas en Atención Primaria.
Padilla ha apuntado que la cronicidad es el factor “que define los sistemas sanitarios”, por lo que ha desgranado los pilares que deben guiar su abordaje desde las administraciones públicas: “debemos tener claro que cronicidad es domicilio, multiprofesionalidad, integración sociosanitaria, es ciencia y evidencia, es estratificación, coordinación y orientación comunitaria”.
La prevalencia de la cronicidad viene en aumento en los últimos años, y así lo está haciendo también en notoriedad entre la opinión pública y los profesionales y gestores sanitarios. Según cifras del INE de 2019, la cronicidad afectaba a un 30% de la población, lo que muestra un considerable aumento. Si bien es cierto que estos datos parten de una metodología y un contexto diferentes, donde no había tanto conocimiento sobre estas patologías, la comparativa refleja un considerable crecimiento en pocos años.
La cronicidad es un fenómeno estrechamente ligado al envejecimiento, algo de lo que también da cuenta el informe de Sanidad. En esta línea, apunta que entre las personas mayores de 65 años, el 40% de los hombres y el 44% de las mujeres presentan dos o más enfermedades crónicas.
Además, se estima que cerca del 60% de las hospitalizaciones evitables están relacionadas con el manejo inadecuado de patologías crónicas como la EPOC, la insuficiencia cardíaca o la diabetes. La complejidad clínica de estos pacientes, que en muchos casos presentan multimorbilidad y situaciones de fragilidad, requiere un enfoque asistencial integral, continuado y centrado en la persona.
Si nos fijamos en el ámbito farmacológico, un 27% de los mayores de 65 están polimedicados, subiendo el porcentaje hasta el 45% en residencias y entornos sociosanitarios. No obstante, entre 2021 y 2024, el informe muestra que las acciones desplegadas desde el Sistema Nacional de Salud han logrado una reducción del 8% en la polimedicación innecesaria en este colectivo. Además, se ha registrado una mejora del 15 % en la adherencia terapéutica, lo que refleja avances en el seguimiento farmacológico.
Frente a esta vorágine de necesidades médicas, el documento propone acciones vertebradoras para dar respuesta a la cronicidad. La primera de ellas es la continuidad asistencial, que se propone reforzar a través de la coordinación entre niveles asistenciales con una mayor integración e interoperabilidad. También da un mayor protagonismo a la atención domiciliaria para evitar ingresos innecesarios y dotar de mayor accesibilidad y autonomía del paciente.
En tercer lugar, la estrategia apuesta por la coordinación operativa y funcional entre los servicios de salud y los servicios sociales, mediante el desarrollo de equipos mixtos y el uso de herramientas compartidas de evaluación y planificación. También hace hincapié en la adecuación clínca basada en la evidencia y orientada a la seguridad del paciente, con un seguimiento más individualizado.
Otro eje es la apuesta por mejorar los cuidados paliativos, con un enfoque centrado en la dignidad, el bienestar y las preferencias de la persona. Por otro lado, se propone avanzar hacia una mejor estratificación poblacional para segmentar a los pacientes según complejidad y riesgo. Por último, defiende un sistema con una mayor participación ciudadana y unos pacientes empoderados para fomentar el autocuidado y la alfabetización en salud.