Por Virginia Delgado
11 de abril de 2025Con 18 años, a Andrés Álvarez le comenzó a temblar la mano izquierda de forma regular. Llevaba una vida normal, la de un joven estudiante de Ingeniería de Caminos, pero, poco a poco, el tembleque fue a más y su día a día se complicó. Cuando decidió ir al médico, salió de la consulta con un diagnóstico: trastorno psicológico, y una medicación que incluía ansiolíticos y antidepresivos.
Nunca se saltaba la pauta posológica que le dio el facultativo, pero algo no iba bien. Lejos de experimentar una mejoría, Andrés se encontraba cada vez peor. Y así estuvo 17 años hasta que un día de insomnio repasó su historia clínica, investigó y descubrió que el médico se había equivocado en el diagnóstico. Ya había cumplido los 35 y no tenía ningún problema psicológico; su enfermedad se llamaba párkinson. “No sólo me diagnosticaron erróneamente, además, durante casi 20 años estuve tomando unos fármacos que propician la aparición de síntomas parkinsonianos”, comenta a Medicina Responsable.
Para que esto no le suceda a más gente, Andrés, que ahora tiene 52 años, recomienda hacerse varias pruebas químicas y de imagen. “Esta enfermedad tiene una triada de síntomas motores: temblor, rigidez y bradicinesia (los movimientos se vuelven más lentos). Pero hay más signos, como el insomnio, la depresión y la pérdida del olfato”, explica Álvarez, que acaba de ser reelegido presidente de la Federación Española de Párkinson (FEP).
Esta enfermedad se clasifica en cinco etapas. Andrés se encuentra en la tercera, por lo que está en un estadio medio. Acude cada tres meses a la consulta de un neurólogo especialista en trastornos de movimiento y toma levopoda. “Es el medicamento estrella de esta patología. Es un precursor de la dopamina, una sustancia que se encuentra en el cerebro que nosotros vamos perdiendo”, explica.
En España, hay unas 300.000 personas que padecen párkinson y, cada año, se diagnostican unos 10.000 nuevos casos. Una cifra que la ha convertido en la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en nuestro país, después del alzhéimer. Los expertos estiman que su prevalencia aumentará en un futuro, por lo que, afectados como Álvarez alzan la voz pidiendo más investigación. “El conocimiento es lo que nos va a salvar. Necesitamos más tratamientos y fármacos que nos permitan estar bien más tiempo y que aumenten nuestra calidad de vida. Mejorar la atención a las personas con párkinson significa más inversión y mejor servicio sanitario”, añade el presidente de la FEP.
También, el colectivo demanda más concienciación. “Esta es una enfermedad que tiene muchos tópicos. La sociedad tiene que saber realmente cómo es. De esta manera, nos pueden entender mucho mejor. Es necesario que, sobre todo, los familiares y cuidadores sepan en qué momento estamos de nuestra enfermedad para, así, conocer los problemas y las posibles soluciones”, comenta.
Andrés Álvarez lamenta que las intenciones de los políticos para con ellos u otras personas con enfermedades degenerativas “se hayan quedado en nada”. “Podrían hacer más y tener más seriedad. Los medios y los recursos los administran ellos. No puede ser que normas, como la Ley ELA, se queden estancadas porque no tengan una dotación presupuestaria. Considero que se ríen un poco de la gente que tenemos estas patologías. No se nos puede dejar en la estacada porque seguimos siendo personas”, concluye.