Por Medicina Responsable
9 de mayo de 2023En un equipo de fútbol, famoso y campeón, los personajes más conocidos y alabados son los delanteros goleadores, esos que marcan los tantos que llevan a la victoria y llenan de orgullo a los seguidores. Pero, por muy buenos que sean los delanteros con los que cuenta un equipo, jamás llegará a ser campeón de no contar con una buena defensa que evite los peligros del contrario, y con una línea media inteligente, que lo mismo refuerce la defensa que reparta y cree oportunidades para el ataque de los delanteros.
Comparar un equipo de fútbol con un sistema sanitario no es ninguna superficialidad, porque las comparaciones sólo son odiosas cuando las interpreta una persona carente de inteligencia. Y sí, en el sistema sanitario, el portero y la defensa son los hospitales y la organización burocrática, los médicos de familia serían la línea media, que lo mismo defiende de la enfermedad que la ataca, y, luego, entre los especialistas y cirujanos está esa delantera de la que surgen esas figuras que meten goles a la enfermedad.
Pero es imposible una Sanidad que sea campeona y bloquee a la enfermedad, o propicie un ataque que acabe con ella, sin los médicos de familia. Son ellos los que soportan toda la carga de la medicina preventiva. Son los que detectan el peligro, los que vislumbran el trastorno leve que podría convertirse en algo muy grave. Y, además, con el tiempo, se convierten en esos psiquiatras que conocen, no sólo el cuerpo de los pacientes, sino la situación de su psique, fundamental para saber cómo interpretará el diagnóstico y de qué manera hay que inducirle al enfermo para la lucha.
La máquina más sofisticada, más cara y más moderna para detectar un tumor no sirve de nada si, antes, un médico de familia no descubre que, posiblemente, ese paciente debería ser tratado por un especialista que, según el caso, requerirá el auxilio de la máquina. Porque sin el médico de familia, el especialista no recibirá la alerta con el paciente, y el enfermo morirá, sin que lo sepa el especialista, con gran descanso para la máquina.
Los médicos de familia son la columna sobre la que se asienta el sistema sanitario de cualquier país. Pero ese trabajo fundamental y responsable necesita unas condiciones gratas y un ambiente en el que se respeten los entornos para poder realizar una buena labor. Y una buena labor no se puede hacer en una consulta de seis minutos, porque hay muchas personas esperando ser atendidos otros cinco o seis minutos.
Además, ese trabajo, básico para mantener en pie el sistema sanitario, necesita dos recompensas: la social y la económica. El reconocimiento social siempre lo tuvo en España el médico de familia, pero puede que la superficialidad de parte de la sociedad y su falta de información hayan contribuido a una rebaja incomprensible. Más fácil de solucionar es la recompensa económica. La carrera universitaria más larga, y el selectivo examen para ser MIR, convierten al médico en el profesional que más tarda en cobrar una nómina. Y, encima, no es muy generosa. Pero ese es el menor problema, porque los problemas de dinero se solucionan con dinero.
Ahora bien, si los problemas señalados no se resuelven, que nadie se extrañe de que los médicos no quieran ocupar la plaza más entrañable, más difícil y más imprescindible de nuestro sistema sanitario. Y, sin médicos de familia, el sistema sanitario se nos vendrá abajo.