Por Luis del Val
14 de marzo de 2025Aquellos días de la pandemia hubo sacrificios y groseras equivocaciones. El Consejo General de Enfermería denunció al director del Centro de Coordinación y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, por despreciar y denigrar a las enfermeras con un comentario machista. A la pregunta de si le gustaban más las enfermedades infecciosas o las “enfermeras infecciosas”, respondió que a las enfermeras nunca les preguntaba, y que eso se veía unos días después.
Ante este comentario machista, tuvo que pedir disculpas. Pero nunca pidió disculpas por las ocho ocasiones en que despreció el peligro de la pandemia, desde asegurar que en España apenas habría casos de coronavirus hasta informar, poco antes de que se declarara el 14 de marzo el estado de emergencias, que no sería necesario el uso de mascarillas.
Claro que Fernando Simón no estaba sólo, porque el Gobierno tenia abundante información desde enero, y cuando llegó la ola terrible, médicos, enfermeros, y personal sanitario en general, tenían que protegerse con bolsas de basura, improvisando batas asépticas que no existían, porque no se habían encargado previamente.
El propio Fernando Simón firmó un documento, el 10 de febrero, donde se alertaba del enorme peligro del coronavirus. A pesar de ello, el Gobierno no estableció ningún tipo de control en la entrada de pasajeros por los aeropuertos, sobre todo en los vuelos procedentes de China e Italia, que registraban ya porcentajes muy preocupantes.
La gestión gubernamental fue deplorable: desde prohibir que las autonomías hicieran compras, porque las centralizaba el Gobierno, hasta decir que cada autonomía se buscara la vida en la compra de mascarillas y otros materiales. Eso sí, los corruptos con amigos en el Gobierno, amasaban fortunas no pequeñas, y eran recomendados por ministros y allegados para aumentar sus clientes con los consejeros de salud autonómicos.
Tardamos mucho en saber cuántos eran los muertos, porque al Gobierno, más que las vidas de los españoles, le preocupaba que la sociedad se enterara de la montaña de cadáveres acumulados.
Y, para ampararse todavía más, dijeron que todo lo hacían guiados por el “Comité de Expertos”… que era una mentira, porque el Comité de Expertos no existía: era Fernando Simón mirándose al espejo, y leyendo las consignas gubernamentales que recibía.
Y entre tanta miseria, ética, moral y política, los profesionales de la Sanidad luchaban con denuedo, sin reparar horas, sin preocuparse del peligro, y muchos de ellos cayeron en la lucha por salvar la vida de los demás. Aunque se informó poco de eso, la sociedad lo advirtió. Y salimos a los balcones y a las ventanas para aplaudir a los que estaban salvando, no sólo le vida de miles de personas, sino la honestidad de un país, gobernado por un conjunto de ineptos, egoístas, mentirosos y cobardes… Porque nadie tuvo la valentía de dimitir.