Por Virginia Delgado
12 de abril de 2025“He recuperado la ilusión por la medicina para la que me formé”. Esto es lo que nos dice la doctora Ana Cabrerizo cuando le preguntamos por su actual puesto de trabajo.
La especialista en Medicina Familiar y Comunitaria lleva seis meses trabajando en el consultorio médico de Fornes, una localidad granadina de unos 600 habitantes. Antes, desarrolló su labor en grandes centros de salud urbanos, donde nos confiesa que se decepcionó con la medicina. “En los últimos años me costaba reconocerla”.
Aunque trabajó en el medio rural hace tiempo y de forma esporádica, es ahora cuando se está dando cuenta de lo gratificante que es pasar consulta en un lugar pequeño. “Sin duda, he ido a mejor, a muchísimo mejor. El trato con el paciente es más humano. Hay más respeto, y no me refiero al profesional, sino al personal”, comenta la doctora a Medicina Responsable.
De la misma opinión es el doctor Juan Gabriel García Ballesteros. Él es uno de los médicos del consultorio de Sabiote, un municipio de Jaén de 4.000 vecinos. “Conocemos en profundidad a nuestros pacientes y a su entorno familiar y social. La medicina es más cercana y humana. Para mí, esto es satisfactorio”, manifiesta.
El doctor Ballesteros atiende a diario a unas 40 personas y la doctora Cabrerizo, a aproximadamente 25. Ambos coinciden en destacar que no sienten la presión y el estrés que se vive en un centro urbano. “Disponemos de más minutos y eso genera menos tensión. Ni los pacientes vienen con presión ni nosotros la soportamos. Tenemos tiempo para atenderles como personas”, subrayan.
De lo que no disponen es de recursos. “Es el ‘pero’ que le pongo a este trabajo”, coinciden los profesionales. Ambos señalan que se debe dotar a los consultorios de los centros rurales de más medios tecnológicos y humanos. “Son muy necesarios. La mayoría estamos bastante aislados y tenemos los centros de urgencia u hospitales a una hora o más. Por otro lado, atendemos a gente mayor con mucho riesgo cardiovascular y son bastante frecuentes los códigos infarto e ictus”, explican.
La decisión de Ana Cabrerizo y Juan Gabriel García de ser médicos rurales fue voluntaria. El médico la eligió, como primera opción, después de aprobar la oposición, y la doctora, alentada por compañeros. “Varias personas que trabajaban por la zona me animaron, decidí arriesgarme y estoy contenta de haberlo hecho. Voy todos los días contenta a trabajar e ilusionada. Hago la medicina que me gusta”, comenta. No obstante, entienden que muchos colegas sean reticentes a escoger el camino por el que ellos apostaron. “Yo también lo fui y lo entiendo. La mayoría de los médicos rurales ya no vivimos en las localidades donde trabajamos y esto puede traer problemas de conciliación familiar. Aun así, animaría a que lo probaran, a tener la experiencia. En la actualidad, se generan muchos traslados periódicos y puede ser una oportunidad para probar sitios diferentes. Si no estás a gusto, cambias”, subraya a Medicina Responsable.
La doctora Cabrerizo considera que a su colectivo se le debería incentivar con mejores condiciones laborales, como flexibilidad de horario, y otros alicientes, tales como seguros de vida o facilidades para adquirir viviendas y solicitar plazas en los colegios.
“Tú eres muy buen médico para ser médico rural”. La doctora lamenta que haya tenido que escuchar esto en varias ocasiones. Una frase “muy dolorosa” que debería desaparecer para siempre. “Hay que prestigiar la medicina rural y a los médicos rurales. Creo que es algo que tenemos que trabajar. Depende de las instituciones y de nosotros, del trabajo que hagamos”, concluye.