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La particular "condena" que viven los médicos de las cárceles

La sanidad penitenciaria española ha pasado de ser un referente mundial a sufrir una alarmante escasez de profesionales. Cada año sólo se cubre el 10% de las plazas

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La particular "condena" que viven los médicos de las cárceles

Por Virginia Delgado

10 de marzo de 2025

Los médicos que trabajan en la sanidad penitenciaria viven su particular condena. Desde hace muchos años, sostienen sobre sus espaldas un sistema que ha pasado de ser un referente en el mundo, por su calidad, a vivir una gran crisis. Y es que faltan muchos facultativos en las cárceles y los que allí trabajan sufren cada vez más precariedad laboral.

Actualmente, en las prisiones de España trabajan unos 150 médicos que atienden aproximadamente a 56.000 internos. Una cifra que debería cuadruplicarse para cubrir las necesidades que hay detrás de sus muros.

Podríamos pensar que la escasez de estos profesionales se debe a un cierto recelo hacia los internos, sin embargo, es una creencia que se aleja totalmente de la realidad. “La razón por la que los médicos no llegamos ni al tercio de lo que debería haber en cada prisión es porque no se ha cumplido la ley”, explica a Medicina Responsable José Joaquín Antón Basanta, médico con 35 años de experiencia en sanidad penitenciaria y presidente de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP).

Antón Basanta se refiere a la Ley de Calidad y Cohesión del Sistema Nacional de Salud que se aprobó en 2003. Esta norma determina que la sanidad penitenciara debe estar integrada en los sistemas autonómicos de salud. Algo que no se ha cumplido. “Estamos a 2025, han pasado 22 años y sólo Cataluña, País Vasco y Navarra tienen asumidas sus competencias. El resto de comunidades no ha hecho las transferencias. Esto quiere decir que el ámbito de la sanidad de las prisiones de estos territorios, el 83%, depende del Ministerio del Interior, concretamente, de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias”, señala el doctor.

Esta dependencia se traduce en una desigualdad de condiciones económicas con respecto a sus colegas de Medicina de Familia o Interna, cuya labor y sueldo están gestionados por las comunidades autónomas. “Los médicos de la sanidad penitenciaria ganamos menos dinero porque somos funcionarios del Estado y los sueldos tienen sus niveles. Ni los suben ni se hace carrera profesional. Ahora mismo nos tienen ahí, esperando a que nos jubilemos”, lamenta el presidente de la SESP.

Este es otro de los problemas que ve venir este colectivo. El 80% de los médicos que actualmente trabaja en las prisiones tiene edad de jubilarse y no se prevé que se cubran sus vacantes ni a corto, medio o largo plazo.  Y es que sólo se cubre el 10% de las plazas de la Oferta de Empleo Público de facultativos de la sanidad penitenciaria. “Es la única oposición en este país en la que se convocan más plazas que personas se presentan. Los médicos de prisiones no tenemos relevo generacional. No viene gente joven a la que transmitir nuestra experiencia y nuestros conocimientos para que siga funcionando como funcionaba. La sanidad penitenciaria ha sido un referente fuera de nuestras fronteras e incluso hemos recibido premios de la Organización Mundial de la Salud (OMS)”, manifiesta el doctor Antón Basanta.

Ante esta situación, los enfermeros de las cárceles llevan mucho tiempo desarrollando labores sanitarias que no les corresponde. “Hay que hacer un reconocimiento especial a estos profesionales. Ellos están llevando a cuestas las prisiones. Cada día, tienen que aguantar y lidiar con las mismas patologías, pero sin ser médicos, y eso es muy complicado. Lo están haciendo con una profesionalidad que es de admirar”, subraya el médico.

 “Atendemos a los internos con más cercanía e intensidad que fuera”

El facultativo no duda en animar a los profesionales que están haciendo la residencia a apostar por este empleo. “Ahora mismo en ningún centro de salud se atiende con la cercanía y con la intensidad con la que trabajamos aquí. Además, ese contacto se extiende muchas veces con sus familias, que se preocupan y hablan con nosotros. Hay infinidad de cosas que se pueden hacer por esta población que necesita más que nadie la ayuda. Hacemos mucho para ayudarles a no volver a pisar una prisión”, comenta.

Sobre las agresiones que pudieran darse durante una asistencia médica, el doctor sentencia que eso se piensa por desconocimiento. “Probablemente hay menos violencia que la que puede haber en un centro de salud de un barrio conflictivo o con problemas sociales. La actitud de los internos para con nosotros es buena, de respeto y de reconocimiento”, asegura.

El facultativo considera que no hay que tener una sensibilidad especial para ocupar un puesto como el suyo. “Creo que todos los médicos la tienen independientemente de dónde trabajen. Lo que ocurre cuando estás en la sanidad penitenciaria es que te metes en los problemas de los internos, de sus familias. Entiendes muchas de las cosas que les pasan y tratas de ayudar para que la prisión no sea para ellos sólo un castigo, sino una oportunidad de mejora para la salud individual y para la pública”, señala.

Con esto último, el presidente de la SESP se refiere a que lo que se consigue a nivel sanitario en las cárceles traspasa sus muros y repercute para bien en la sociedad. “En la época en la que yo empecé a trabajar aquí, la tuberculosis era un grandísimo problema en España. El excelente trabajo que se hizo para erradicarla en las prisiones permitió que se controlase fuera. Lo mismo ocurrió con la hepatitis C. Sin el tratamiento que se hizo a los internos, hubiera sido una lucha absolutamente imposible”, explica.

Actualmente, las enfermedades que más se diagnostican en las cárceles son las mentales y la drogadicción. Problemas que, como señala el doctor, también están en la sociedad, pero “se acrecientan aún más en las cárceles, por lo que requieren una atención muy especial”.

El doctor José Joaquín Antón Basanta la da, cada día y desde hace 35 años, desde su consulta. Un despacho que, como comenta, es igual al de un centro de salud de cualquier barrio de España, e incluso mejor. “En la mayoría de los centros penitenciarios tenemos consultas y enfermerías muy bien dotadas de material. Allí hacemos rayos, ecografías y tenemos desfibriladores. En muchas ocasiones, podemos atender situaciones de urgencia y hacer cirugías menores. Y lo mejor de todo es que a nuestros pacientes les podemos ver todos los días. Tenemos un contacto con los internos único”, concluye el doctor.



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