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Mensajes claros y cortos que apelan a las emociones: así opera la “industria” de la desinformación en salud

Expertos de la comunicación y divulgación sanitaria han analizado los retos para frenar el descrédito a la evidencia científica en un evento organizado por Pfizer

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Mensajes claros y cortos que apelan a las emociones: así opera la “industria” de la desinformación en salud
Los ponentes del evento "Esto es ciencia, no ficción", organizado por Pfizer

Por Juan García

3 de julio de 2025

Desde los discursos antivacunas y teorías de la conspiración hasta otros mitos más burdos, como que la ingesta de lejía puede curar el cáncer, la desinformación sobre temas que afectan a nuestra salud campa a sus anchas por todo tipo de canales, encontrando en las redes sociales “una autopista” para su propagación. El objetivo, para el periodista y escritor Marc Amorós, más que “convencernos de estas mentiras, es hacer que dejemos de creer en la verdad”.

La forma en que se propagan bulos, noticias falsas y medias verdades que ponen en riesgo la salud de la audiencia o les generan desconfianza sobre la evidencia científica han sido los temas centrales de la III edición del encuentro “Esto es ciencia, no ficción”, organizado por Pfizer. 

La última edición del Reuters Institute Digital News Report permite ilustrar con cifras la preocupación por el fenómeno de la desinformación. Este estudio apunta que el 58% de los ciudadanos manifiesta preocupación sobre qué es real y qué no al leer noticias online, y cerca del 40% evita informarse a veces o con frecuencia, siendo el porcentaje más alto registrado hasta la fecha.

Detrás de la circulación de información falsa, para Amorós hay una “industria de la desinformación” que fabrica realidades paralelas y “busca instalar la idea de que ninguna noticia es fiable”. Aunque considera que es difícil definir un perfil o perfiles que mueven estas corrientes, la desinformación sí que obedece a un propósito, como pueden ser intereses ideológicos. Esto, subraya, se refuerza a través de los sesgos que genera en nosotros al confirmar nuestros prejuicios o creencias. “Cuando solo leemos lo mismo que pensamos formamos parte de un grupo y eso diluye el sentimiento de culpa ante la desinformación. Así se crean burbujas informativas que tienden a radicalizar nuestro pensamiento y comportamiento”, apunta el periodista.

“La ciencia tiene que tratar de conectar con la audiencia”

Para la responsable de redacción del SMC España, Laura Chaparro, hay unos patrones identificables en los que se fundamenta el éxito de propagación de las noticias falsas: “mensajes cortos y claros que apelan a las emociones”. Sin embargo, reconoce que, frente a esto “la ciencia no lo tiene tan fácil”, por lo que subraya la necesidad de “lograr que la ciudadanía conecte” con los mensajes que hay que transmitir.

A este respecto, Amorós ha bautizado el momento actual como una “era dorada de la desinformación, donde los contenidos manipulados priorizan el impacto emocional y dificultan la construcción de consensos necesarios para enfrentar los grandes desafíos globales”. 

El desprestigio y la crisis de credibilidad que vienen acusando los medios de comunicación en los últimos años, sumando a la saturación informativa que experimenta buena parte de la población, generan el caldo de cultivo perfecto para la desinformación. Esta desconfianza y desconexión con los medios de comunicación hace que florezcan las teorías de la conspiración, explica Chaparro.

Aunque la ciudadanía es consciente de los riesgos de la desinformación, la responsable del SMC considera fundamental promover la alfabetización mediática de la población para ayudarles a entender las dinámicas y formas de proceder de los medios de comunicación. Para Chaparro, “la mayoría de estos contenidos engañosos circulan principalmente por redes sociales, mientras que las fuentes más fiables siguen siendo la radio, la prensa escrita y los expertos”.

La credibilidad de las fuentes es una las bazas cruciales para hacer frente a la desinformación, según ha apuntado la periodista. Como revela un reciente estudio de la revista Nature, mayores niveles de confianza en instituciones como la Unión Europea se relacionan con una menor creencia en afirmaciones falsas y una menor disposición a compartir desinformación.

 “Estos hallazgos evidencian que la lucha contra la desinformación debe ir más allá del simple desmentido o prevención, centrándose también en reforzar la confianza institucional como una estrategia clave”, ha declarado. 



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