Por Andrea Rivero
28 de octubre de 2022Tener dolor de manera crónica significa sufrir un dolor que dura semanas, meses o, incluso, años. Las personas que lo padecen, además de tener que aguantarlo en su vida diaria, en muchas ocasiones, deben esperar años para ser correctamente diagnosticados y, por ende, tratados. En este sentido, durante el XXXVIII Congreso de la Sociedad Española de Calidad Asistencial se ha abordado la importancia de la medición de diferentes parámetros para garantizar la efectividad en el campo del dolor.
El manejo del dolor crónico es multidisciplinar, es decir, su diagnóstico y control dependen de varias especialidades médicas, lo cual dificulta y alarga en el tiempo adecuar el tratamiento al paciente. El tiempo que se tarda en alcanzar un diagnóstico suele ser superior a los dos años, así como el tiempo en recibir un tratamiento adecuado, que se sitúa en algo más de un año y medio.
El control multidisciplinar del dolor crónico requiere organización y coordinación. De acuerdo con Julián Alcaraz Martínez, presidente de la Sociedad Murciana de Calidad Asistencial, “desde 2019, la clasificación de enfermedades CIE-11 define perfectamente esta entidad y los grupos que incluye. El dolor crónico no es una patología que dependa solo de una especialidad ni en su diagnóstico ni en su manejo y eso suele complicar las cosas”.
El abordaje del tratamiento del dolor ha formado parte de la gestión de la calidad asistencial desde hace mucho tiempo, por lo que, aunque de momento no se puedan aportar soluciones terapéuticas directas, “sí podemos hacerlo con herramientas que ayuden a una mejor organización y coordinación, mejorando procesos asistenciales o proponiendo indicadores que permitan su medida y contribuyan a que las personas esperen menos tiempo y sufran menos dolor crónico”, subraya Alcaraz Martínez.
Costes económicos
El dolor también tiene unos costes económicos, tanto directos como indirectos, para Europa y los expertos insisten en que el aumento de la inversión supondría una mejor distribución de los recursos. “Los costes, sobre todo indirectos derivados de la alteración del rendimiento, especialmente en actividades laborales, invitan a pensar que sería rentable un esfuerzo económico para mejorar estos procesos. Una intervención adecuada podría verse superada fácilmente por la reducción del gasto derivado de esta patología”, concluye Alcaraz.