Por Clara Arrabal
18 de agosto de 2025España enfrenta otra jornada de lucha contra los múltiples incendios que están devastando miles y miles de hectáreas desde hace unos días, así como pueblos enteros que han sido arrasados por las llamas, cabezas de ganado perdidas y hasta la vida de cuatro personas: un hombre fallecido en el incendio de Tres Cantos, dos voluntarios en Molezuelas de la Carballeda (Zamora) y el último, un bombero que trabajaba en el foco Yeres (León) al volcar el camión que conducía.
En este contexto, son decenas las poblaciones evacuadas o confinadas debido a la mala calidad del aire o las cenizas en suspensión en diferentes puntos de Extremadura, Castilla y León y Galicia, por lo que las autoridades piden extremar las precauciones, sobre todo en el caso de los niños, los mayores, las mujeres embarazadas o aquellos pacientes con enfermedades crónicas.
“Los incendios forestales, como los que estamos sufriendo actualmente en España, generan una elevada cantidad de humo y partículas contaminantes que afectan de manera directa a la salud respiratoria y cardiovascular. La exposición puede provocar desde irritación de ojos, garganta y piel, hasta el agravamiento de enfermedades crónicas como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o la insuficiencia cardiaca”, explica Verónica Saldaña, profesora de Enfermería de la Universidad Europea. Además, explica, “la inhalación continuada y prolongada de humo puede comprometer el sistema inmunitario y aumentar el riesgo de infecciones respiratorias”.
Estas sintomatologías se deben, fundamentalmente, a las cenizas en suspensión que contienen partículas muy pequeñas y, al ser inhaladas, alcanzan los bronquios e incluso los alvéolos pulmonares. “Esto provoca inflamación de las vías respiratorias y puede dificultar el intercambio gaseoso, reduciendo la oxigenación del organismo”, afirma Saldaña.
Además, otra de las grandes responsables es la contaminación del aire asociada a los incendios, que incluye gases como monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno o compuestos orgánicos volátiles, y que “se relacionan con mayor riesgo de arritmias, hipertensión y complicaciones en personas con enfermedades crónicas”.
Ambos factores, como explica la experta, generan mayor impacto en personas con asma, EPOC o alergias respiratorias. De hecho, en ellas, la exposición al humo puede desencadenar incluso crisis agudas con dificultad respiratoria, tos intensa o la necesidad de medicación de rescate, siendo los más vulnerables los niños, las personas mayores y las mujeres embarazadas, ya que su sistema respiratorio es más sensible. “En este sentido, las personas con enfermedades crónicas deben mantener controles médicos regulares, seguimiento de la función respiratoria y estrategias de autocuidado”, recuerda Saldaña.
Ante esta situación, las medidas de protección son fundamentales. Entre ellas, están el uso de mascarillas, preferiblemente FFP2 o equivalentes, para reducir la inhalación de partículas; el confinamiento domiciliario en momentos de alta concentración de humo, manteniendo puertas y ventanas cerradas; la utilización de filtros de aire o ventilación controlada cuando sea posible, la protección ocular con gafas, ya que el humo puede provocar irritación conjuntival y la hidratación adecuada, así como evitar la práctica de actividad física intensa en el exterior durante los picos de contaminación.
Además, el Consejo General de Enfermería, a través de un comunicado, insta a los afectados a seguir algunas pautas de actuación para “evitar problemas mayores y salvaguardar su salud”. “Lo primero es llamar al 112, dar la ubicación lo más exacta posible y describir qué está ardiendo y hacia dónde se dirige el fuego”, explica en el caso de que se haya producido un nuevo incendio. “Los movimientos suelen ser más seguros siguiendo terrenos cuesta abajo y en dirección contraria al viento. La respiración se mantiene por la nariz, con la boca y nariz protegidas por un paño húmedo, mientras se busca refugio en lugares ya quemados, sobre rocas, carreteras u orillas de ríos, evitando zonas densamente vegetadas o con ramas bajas”, apunta.
Y, si las llamas se encontraran en áreas residenciales, “las recomendaciones de las autoridades y el uso de mascarillas resultan fundamentales, al igual que mantener cerradas puertas y ventanas y suspender el uso de aire acondicionado”. Además, los expertos advierten que, si la ropa se prendiese por el fuego, “la estrategia consistiría en minimizar el contacto rodando sobre el suelo y cubriendo el cuerpo”.
Por último, Verónica Saldaña recuerda que los afectados, así como el resto de la población, dispone de herramientas sencillas y gratuitas a su alcance para consultar la calidad del aire en tiempo real y así poder tomar la mejor decisión a la hora de prevenirse de los posibles efectos adversos de los incendios.
“El principal indicador es el Índice de Calidad del Aire (ICA), que mide la concentración de partículas en suspensión, ozono, dióxido de nitrógeno y otros contaminantes. Se trata de un valor fácil de consultar en páginas oficiales de salud pública, aplicaciones móviles o estaciones meteorológicas”, explica. Este define 6 categorías de calidad del aire: buena, razonablemente buena, regular, desfavorable, muy desfavorable, y extremadamente desfavorable.
“Un ICA elevado indica mayor riesgo para la salud, especialmente en personas vulnerables. Como profesionales de enfermería, recomendamos a la población consultar estos datos antes de realizar actividades al aire libre y adaptar sus rutinas para reducir la exposición”, finaliza la experta.