¿Brecha de género en el examen MIR?

El examen MIR es una prueba competitiva tipo test que determina, en buena medida, el futuro laboral de 10.000 médicos al año. Una vez realizada, los graduados son clasificados en un ranking, en el que el expediente académico tiene un peso específico del 10% y el examen del 90%. En función de la posición alcanzada, los candidatos eligen ordenadamente la especialidad que desean realizar y el hospital dónde llevarla a cabo.

Este sistema de selección se alumbró en el año 1984 y, desde entonces, ha sufrido algunas modificaciones. En la actualidad consta de 200 preguntas; cada respuesta bien contestada suma tres puntos y cada error es penalizado con un punto. El tiempo asignado para realizar el examen es de cuatro horas y media.

Ellas arriesgan menos

Cuando se analizan los candidatos que se han presentado a los exámenes MIR de los últimos años se observa que las mujeres representan el 65% y que la media del expediente académico es muy similar entre hombres y mujeres: 7,5 y 7,6, respectivamente. 

Sin embargo, al examinar los resultados definitivos, se observa que la ratio de ellas entre las notas más altas es inferior a lo esperado. Si ponemos la lupa en el número de respuestas del examen se pone de manifiesto que las mujeres tienen una mayor propensión a dejar más preguntas en blanco que los varones, es decir, arriesgan menos. Se podría decir que ellas son más conservadoras en su comportamiento, responden menos preguntas, lo que podría perjudicar a los resultados finales, especialmente en el subgrupo de mujeres que tienen mejores expedientes. 

A partir de este análisis, desde el centro universitario ESADE plantean que el modelo de examen perjudica a las mujeres, que es el reflejo de una brecha de género y que el modelo de competitividad afecta negativamente al rendimiento final. Entre las soluciones que se barajan está, o bien modificar el sistema de puntuación o bien cambiar el modelo de penalización.

Cerebros diferentes

El ejercicio de la medicina es enormemente complejo y requiere que los profesionales aporten sus conocimientos para valorar riesgos y beneficios en la realización de las diferentes intervenciones terapéuticas o diagnósticas. ¿Qué tipo de pruebas se van a indicar? ¿En qué momento se deben realizar? ¿Cuál es el mejor tratamiento para este paciente?

La actuación del profesional está orientada a conducir la práctica médica hacia las mejores respuestas, lo cual conlleva diferentes grados de variabilidad y, por supuesto, un cierto grado de incertidumbre. Se trata de un proceso inherente, cualitativo y permanente en el acto médico. Estas singularidades reafirman, de alguna forma, el modelo de examen MIR que se viene realizando desde hace casi cuatro décadas, con múltiples opciones de respuestas y con penalización en el caso de error.

Por otra parte, existen claras evidencias neurobiológicas entre los hombres y las mujeres, que no sin ni mejores ni peores. En el terreno de la neuropsicología se han constatado diferencias en un amplio espectro que abarca desde actos reflejos hasta comportamientos complejos. Y es que la acción de las hormonas sexuales conforma redes neurales y procesos bioquímicos diferentes a nivel cerebral.

Así, por ejemplo, en términos generales, ellos son menos reflexivos en sus comportamientos, más atrevidos y, posiblemente, menos constantes, lo cual podría explicar las diferencias en los resultados académicos durante la licenciatura. Estas características serían también, muy posiblemente, el reflejo del número de preguntas que responden en los exámenes MIR.

En definitiva, llevar a la arena académica el planteamiento de un modelo de examen MIR más igualitario y homogéneo para hombres y mujeres no parece ni prudente ni necesario, ya que de alguna forma se daría por hecho que ellas necesitan de una ayuda especial cuando realmente no es así.

 

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