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Sacarina: mitos y verdades

La sacarina es uno de los edulcorantes sintéticos más antiguos. Fue descubierto en 1879 y se sintetiza con derivados del petróleo. En la industria alimentaria se conoce con las siglas E954 y su ingesta está rodeada de mitos y realidades

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Sacarina: mitos y verdades

Por Julia Porras

25 de enero de 2023

En un momento en el que el azúcar es para muchos la representación del demonio en alimento, la sacarina se ha convertido en el sustituto perfecto para los que no quieren que su salud se vea perjudicada pero tampoco les apetece renunciar al pequeño placer del dulce.

Pero ¿qué tiene este edulcorante para que a su consumo le rodeen tantos mitos?

En los años 70 un grupo de investigadores determinaron que dosis altas de sacarina podrían producir cáncer de vejiga, y el mensaje no tardó en correr como la pólvora. De hecho, aunque se demostró posteriormente que no era cierto, el mito ha llegado hasta nuestros días y aún hoy muchos siguen creyendo que la sacarina provoca cáncer. Pero nada más lejos de la realidad. “No hay una ninguna relación directa ni demostrada entre la ingesta de sacarina y el cáncer, porque además es un producto químico que ha pasado todos los controles alimentarios”, explica la nutricionista María del Mar Silva. Por otro lado, la sacarina tiene fijada una ingesta diaria admisible (IDA) que son 5 miligramos al día por kilo de peso corporal, “una cantidad a la que no llega ningún consumidor, cuya ingesta no suele superar el 25% de la dosis recomendada, por lo que no hay ningún riesgo para la salud”.

Otro de los mitos que se suelen asociar a la sacarina es que es tan mala como el azúcar. Pero no es así, de hecho, la sacarina no aporta ninguna caloría; “tampoco nutrientes, ni grasas, ni vitaminas, ni minerales, nada”. Simplemente aporta un sabor dulce, porque endulza mucho más que el propio azúcar. De hecho, hasta 700 veces más. Por tanto, es adecuada para personas que quieran eliminar el azúcar o que lleven una dieta baja en calorías. “Es una sustancia que una persona sin ningún problema de gestión de la glucosa (diabético) puede tomar con tranquilidad a diario”, afirma Silva. De hecho, muchos alimentos y bebidas procesadas, como chicles, frutas enlatadas, productos horneados y algunos refrescos llevan este edulcorante en su composición.

Pero ojo, no todas las características de la sacarina son “dulces”. También tiene alguna desventaja que nos cuenta la especialista en nutrición. “En aquellas personas con problemas para gestionar la glucosa, diabéticos, prediabéticos o con predisposición genética a sufrirla, sí puede alterar algo los niveles de glucosa”, advierte la nutricionista. Por otro lado, un exceso de edulcorantes puede provocar cambios en el microbioma, “y eso sí puede tener un impacto sobre la salud. Pero hablamos de dosis muy elevadas”, explica Silva.

Por otra parte, todos los edulcorantes, menos la Stevia que no es tan dulce, producen en el cerebro una mayor dependencia del sabor dulce, y eso puede llegar a ser un problema, “porque si estamos haciendo una dieta o queremos tomar menos azúcar, no es deseable que nos siga apeteciendo dulce”, concluye la nutricionista.



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