Por Santiago Melo
16 de abril de 2025Las torrijas son protagonistas indiscutibles de la Semana Santa. Este dulce tradicional, elaborado con rebanadas de pan empapadas en leche, rebozadas en huevo y luego fritas o al horno, despierta cada año dilemas y dudas sobre su consumo. Pero ¿es realmente necesario vivir este placer gastronómico con culpa o ansiedad?
La doctora Cristina Petratti, especialista en Obesidad y Nutrición, miembro de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), tranquiliza a quienes se preocupan excesivamente: “La evidencia científica muestra que el equilibrio es más importante que la perfección, y que los hábitos sostenibles a largo plazo generan verdadero bienestar”. Con esta idea, la doctora propone un enfoque más empático y equilibrado hacia las comidas típicas de Semana Santa.
Consejos prácticos para disfrutar sin culpa
Si decides preparar torrijas caseras, existen un par de opciones para hacerlas más saludables, como elegir un aceite adecuado (como el de oliva), reducir el azúcar o evitar freírlas optando por métodos alternativos como el horno o la freidora de aire.
Pero si prefieres comprarlas en tu panadería de confianza o mantener la receta tradicional, tampoco hay razón para preocuparse en exceso. Según la experta, la clave es mantener un equilibrio y no obsesionarse con prohibiciones o perfeccionismos dietéticos.
Los “pecados capitales” reinterpretados con ciencia y empatía
Para vivir estos días con serenidad y bienestar, la doctora Petratti ofrece consejos específicos que transforman viejos temores en prácticas saludables:
1. De la gula a la escucha corporal: el placer también es parte de la salud
Comer con placer no es un error ni una falta de control. La alimentación tiene un componente social, emocional y cultural que va más allá de las calorías. La clave no está en privarse, sino en encontrar un punto de satisfacción sin incomodidad, escuchando lo que nuestro cuerpo realmente necesita.
2. De la pereza al movimiento que nutre el cuerpo y la mente
El movimiento no es una obligación ni una herramienta para “compensar” lo que comemos. La ciencia nos dice que el cuerpo humano está diseñado para moverse, pero no desde la exigencia, sino desde el bienestar. Dar paseos después de comer, bailar, jugar o simplemente estirarnos son formas amables de cuidar nuestra energía sin presión ni autoexigencia.
3. De la lujuria (sobre todo por el azúcar) a la flexibilidad consciente
No hay alimentos prohibidos. La evidencia ha demostrado que demonizar ciertos alimentos solo genera más ansiedad y una relación poco saludable con la comida. En lugar de pensar en “no puedo comer esto”, podemos preguntarnos: ¿Cómo quiero disfrutarlo? ¿Qué me hace sentir bien?
4. De la avaricia al disfrute sin prisa
No es la última vez que vamos a comer ciertos alimentos. Comer con ansiedad, por miedo a que algo “se acabe”, solo nos aleja del disfrute real. La alimentación consciente ayuda a recordar que podemos saborear cada bocado sin apurarnos, sin culpa y sin la sensación de tener que aprovecharlo todo en un solo momento.
5. De la ira contra la báscula a la amabilidad con nuestro proceso
La salud no se mide en un número ni se define en un solo día. No necesitamos compensar ni castigarnos por lo que comemos. Lo importante es volver a los hábitos que nos hacen sentir bien, desde el autocuidado y no desde el castigo.
6. De la envidia a la conexión con nuestro cuerpo único
Cada persona tiene una historia, un metabolismo y un contexto de vida diferente. Compararnos con otros nos aleja de nuestra propia realidad. Escuchar lo que necesitamos, sin presionarnos por encajar en un molde ajeno, es un acto de respeto hacia nosotros mismos.
7. De la soberbia de “por unos días no pasa nada” a la responsabilidad amorosa
Cuidarnos no significa prohibirnos, pero tampoco desconectarnos por completo. La ciencia evidencia que el cuerpo agradece más la constancia que la perfección. Si disfrutamos más de la cuenta un día, podemos compensarlo con más hidratación, más movimiento y elecciones que nos hagan sentir bien, sin castigo ni culpa.
Lo más importante, en palabras de la doctora Petratti, “es encontrar el punto de equilibrio donde podamos celebrar, compartir y disfrutar sin miedo ni culpa, sabiendo que el cuidado personal no es una exigencia, sino un acto de amor propio”. Así, estas fiestas pueden convertirse en una oportunidad para disfrutar con conciencia, sin culpas ni excesos.