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¿Por qué el calor nos rebaja el apetito?

Estudios recientes apuntan que por encima de los 30º se tiende a ingerir unas 150 kilocalorías menos al día

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¿Por qué el calor nos rebaja el apetito?
Freepik

Por Juan García

14 de julio de 2025

El calor hace estragos a nivel fisiológico de diversas formas, desde provocar mayor sensación de cansancio a modificar la ingesta de alimentos. Las altas temperaturas hacen que tengamos menos apetito y, en consecuencia, que comamos menos. Existen distintas hipótesis que explican por qué sentimos menos hambre cuando suben las temperaturas, teniendo como principales protagonistas a las hormonas.

La tendencia a comer más con bajas temperaturas y a comer menos cuando hace calor es un hecho avalado por la ciencia. Concretamente, una revisión sistemática de la evidencia disponible en el año 2021 concluyó que con temperaturas superiores a los 30º se ingieren aproximadamente unas 150 kilocalorías menos por día. La endocrinóloga en Centro Creciendo Madrid, la doctora Nuria García de la Torre, apunta que hay una gran variabilidad en cómo afecta este fenómeno a cada persona, aunque nos sucede a todos en distinta proporción. “El estrés térmico o la sensibilidad al calor varía mucho entre individuos, lo que afecta a su ingesta calórica”, señala la doctora.

Más allá de que, con el calor tenemos menos apetencia por comer platos calientes como guisos y otros alimentos, la temperatura modifica nuestras preferencias a la hora de comer. Así, la endocrinóloga señala que el frío nos hace más proclives a comer dulces y alimentos con mayor concentración de grasas, mientras que el calor nos lleva a comer alimentos fríos con menos grasa.  

Sabiendo esto, la pregunta es qué sucede en nuestro organismo para que el calor nos haga comer menos. Para responderlo, la doctora en Centro Creciendo señala que existen tres grandes hipótesis. La principal es que “se producen modificaciones en las concentraciones de las hormonas que regulan la homeostasis energética”. De esta forma, explica que se ha demostrado que “con las altas temperaturas se elevan los niveles de algunas hormonas con efecto anorexígeno (reducción del apetito) como la leptina o el péptido YY y disminuyen los niveles de grelina y neuropéptido Y, que aumentan el apetito”.

La segunda teoría postula que “la redistribución de la circulación sanguínea de zonas centrales a la piel para disipar el calor puede dificultar la digestión y la llegada de las hormonas intestinales que regulan el apetito hasta los núcleos cerebrales”. Una tercera explicación es que nuestro cuerpo gasta menos energía en producir calor para mantener su temperatura, por lo que las necesidades energéticas disminuyen.

El realizar comidas más ligeras puede suponer beneficios para el funcionamiento del organismo y la regulación de la energía. Así, la endocrinóloga apunta que “al disminuir la ingesta calórica facilitaremos la digestión y reduciremos la termogénesis (producción de calor) inducida por los alimentos”. No obstante, esta situación puede suponer un riesgo para “personas inapetentes o con bajo peso, especialmente ancianos”, por lo que insta a no descuidar los hábitos alimenticios para evitar deshidratación o un déficit energético o de nutrientes.

Fruta de temporada y alternativas de aperitivo a los ultraprocesados

La ansiada desconexión de los quehaceres diarios durante las vacaciones supone una relajación de los hábitos que, no obstante, no debe pasar por descuidar la alimentación. Para evitarlo, la doctora apunta una serie de consejos para mantener una alimentación saludable también en verano.  

La hidratación es una de las grandes claves para hacer frente al calor, pero no se limita exclusivamente a beber agua regularmente. Por ello, recomienda incluir ensaladas y gazpachos con frecuencia en los menús, además de frutas de temporada como el melocotón, la sandía y el melón, con gran contenido en agua. Por el contrario, aunque también tengan gran contenido de agua, los helados son uno de esos alimentos que es mejor dejar “para ocasiones puntuales”.

Aunque habitualmente acudimos abebidas azucaradas y alcohólicas para hacer frente al calor, también favorecen la deshidratación. La recomendación es, por tanto, evitarlas y beber agua frecuentemente. En cuanto a los aperitivos que acompañan estas bebidas, García de la Torre establece alternativas saludables a las habituales patatas fritas, como aceitunas, frutos secos o boquerones en vinagre. Y, al igual que a lo largo del resto del año, la endocrinóloga recuerda que no pueden faltar las legumbres, por ser fuente de proteína y fibra. 



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