¿Se puede adelgazar a través de la vista?

La alimentación comienza con la vista. El color de los alimentos influye en nuestro apetito y determina las ganas de comer. Los ingredientes, la vajilla y la decoración influyen de una forma decisiva en nuestra relación con la comida.

Y es que nosotros -los Homo sapiens- en el fondo no vemos con los ojos, lo hacemos con el cerebro. Es el lóbulo occipital, el que tenemos en la zona de la nuca, el que se encarga de captar los colores y las formas, y dictarnos nuestras preferencias.

Huimos de los colores azules

Algunos investigadores defienden que casi el 85% de las razones por las que elegimos un producto sobre otro guarda una relación estrecha con la percepción del color. Los buenos chefs saben que el rojo no puede faltar en sus platos, ya que se trata de un color que eleva el ritmo respiratorio, aumenta la presión arterial y estimula el apetito. ¿Qué comemos con mayor intensidad un tomate rojo o una berenjena de tonos más oscuros?

El color rojo es muy utilizado por los restaurantes de comida rápida, ya que aumenta la sensación de hambre y, al mismo tiempo, el dinamismo, por lo que facilita la rotación de las mesas, propiciando un consumo elevado en poco tiempo.

En el otro extremo se encuentra el azul, un color que, de entrada, rechazamos, ya que hay pocos alimentos naturales que tengan esta tonalidad y, por tanto, nos suprime el apetito. Esto es tan categórico que algunos expertos recomiendan a las personas que quieren comenzar una dieta instalar una luz azul en el fondo del frigorífico para reducir los impulsos de comer. 

El color de la vajilla importa

La importancia de las tonalidades a la hora de comer es tal que un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Oxford relacionó incluso el color de la vajilla con la cantidad de alimentos que se ingerían. 

Según este estudio, el color azul en los platos que utilicemos para consumir la comida quita las ganas de comer, mientras que los colores rojos la fomentan, ya que los alimentos parecen más apetecibles. De todo el espectro de colores parece ser que el amarillo es uno de los mayores estímulos, hasta el punto de que nos impulsa a repetir y repetir, sin alcanzar la saciedad. 

Lo mismo sucede con los platos de color marrón, ya que nos da la sensación de limpieza y el foco de atención se centra exclusivamente en la comida.

Evitar el contraste puede ser trágico

Un grupo de científicos de la Universidad de Cornell (Nueva York) llegaron a la conclusión de que si el contraste entre el tamaño entre la comida y plato es muy grande nuestro apetito se estimula, pero si la relación es muy similar sucede lo contrario.

Este fenómeno se conoce como ilusión de Delboeuf y consiste, básicamente, en que la percepción del tamaño de las cosas es relativa al entorno en el que se encuentran. Por este motivo, elegir el contraste entre los platos, vajilla y mantel puede crear una ilusión óptica que espolee a comer más de lo que nos imaginamos.

Estos investigadores realizaron un curioso estudio en el que ofrecieron pasta con salsa roja o pasta con salsa Alfredo –de color banco- a un grupo de personas, a las que suministraron de forma aleatoria platos de color rojo o blanco para que se sirviesen la comida.

Observaron que aquellas personas que se sirvieron pasta de Alfredo en un plato blanco o pasta con salsa roja en un plato rojo consumieron hasta un 22% más de alimentos que aquellos comensales que tenían platos y alimentos de distinto color. Además, comprobaron que subyugar el contraste de color entre los platos, la mesa y el mantel reducía a su vez el exceso de comida en un 10%.

En definitiva, es posible adelgazar a través de la vista, combinando correctamente el color de los alimentos y la vajilla.

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