Por Juan García
17 de febrero de 2025Hablar de sexo sigue siendo un tabú para muchas familias, dejando que, en la práctica, la educación sexual de los menores recaiga en otras esferas más perniciosas como el porno. Además de las charlas en colegios, las conversaciones con amigos y la pornografía son la principal fuente de información sobre sexo para los adolescentes, lo que se traduce en una replicación de las conductas sexuales agresivas y nada respetuosas que muestra la mayoría de contenido pornográfico. Por otro lado, las infecciones de transmisión sexual no dejan de crecer, algo especialmente preocupante entre los jóvenes, a pesar de la insistencia en las campañas de prevención con el uso de anticonceptivos y frente a las prácticas de riesgo.
Para el psicólogo clínico y sexólogo Alejandro Villena, este contexto hace necesario darle una vuelta a la forma de abordar la educación sexual y dar valor a la evidencia científica, no solo en materia preventiva, sino también en el aspecto afectivo-sexual. El fundador y director del proyecto de salud mental Piénsatelo Psicología y director de investigación en la Asociación Dale Una Vuelta conversa con Medicina Responsable sobre cómo puede mejorarse la educación sexual que reciben los menores por parte de sus padres y cómo debería abordarse a nivel social e institucional esta problemática.
Aunque está convencido de que ha aumentado el grado de sensibilización social sobre la importancia de la educación sexual, el experto cree que “algo ha fallado en las últimas décadas” en cómo se ha hecho esta concienciación, abordándolo “casi exclusivamente desde el punto de vista de la prevención”. “Durante muchos años lo que hemos hecho es hablar de métodos anticonceptivos o de prevención de enfermedad de transmisión sexual y tenemos más tasas de transmisión sexual que nunca entre los jóvenes”, apunta Villena. Los brotes de clamidia, sífilis y gonorrea han aumentado en los últimos años, así como las agresiones sexuales entre menores, según los datos de la fiscalía de menores.
El psicólogo aporta otros datos sobre cómo incide esta tendencia en cuanto a las disfunciones sexuales: “Nos encontramos con que el 20% de jóvenes de 18 a 35 años ha tenido algún tipo de disfunción eréctil en caso de los varones, y que una de cada 10 mujeres jóvenes a partir de 18 años también tiene dificultades para disfrutar de la sexualidad”.
Villena ha publicado recientemente junto a varios expertos un estudio en el que alertan del impacto que tiene la pornografía sobre el desarrollo sexual y las emociones de los adolescentes, generándoles unas expectativas irreales sobre el sexo. “Ese modelo ‘pornificado’ se aleja de lo que es una sexualidad sana, respetuosa, serena y con un ritmo normal y coherente”, concluye.
Violaciones, prácticas incestuosas, prácticas en grupo desmedidas o el empleo de la violencia son los principales contenidos a los que están expuestos los menores cuando acceden a contenido pornográfico en internet. Frente a ello, reclama una regulación más estricta que restrinja el acceso a estos contenidos y establezca sanciones a la industria del porno para evitar que “menores sin un pensamiento crítico forjado y sin la suficiente madurez” se encuentren con esta “desinformación”.
El porno suple las carencias en educación sexual que tienen los jóvenes, ante la falta de educación por parte de sus padres. Un “silencio” por parte de los tutores que procede de perpetuar la ausencia de información que experimentaron ellos mismos en su día. Aunque se tiene claro la importancia de hablarles a los hijos de nutrición, deporte, sacar buenas notas o ser buena persona, en cuanto a la educación afectivo-sexual “estamos en una en una especie de limbo en el que las familias actuales no han tenido un modelo sano de esto. Por tanto, no saben cómo hacerlo o ni siquiera tienen un criterio saludable”, sostiene Villena. Las generaciones de padres se criaron con una visión “muy negativa de la sexualidad”, asumiendo que “es algo que no se habla con los niños y ya está”.
Sin embargo, los jóvenes sí que tienen esa curiosidad y muchas preguntas, por lo que fomentar este diálogo en el hogar “va a ayudar y favorecer que el desarrollo afectivo sexual o las futuras conductas problemáticas se puedan prevenir”. Estas lagunas se traducen en una falta de comunicación recíproca y percepciones equivocadas sobre los propios jóvenes: “El 80% de las familias considera que sus hijos no ven pornografía y la gran mayoría de adolescentes la está viendo”. Además, señala que solo la mitad de las familias ha hablado alguna vez de sexualidad o afectividad.
Frente a la concepción habitual de estas charlas de padres a hijos como una especie de lección magistral y solemne, en la que se limita a hablar de la importancia de usar anticonceptivos con distancia y frialdad, el sexólogo apuesta por dar más “naturalidad” a estos diálogos. “Se puede aprovechar un anuncio de la tele o una canción de la radio para hablar sobre estos temas”, apunta. Villena invita además a hablar adecuándose a la edad de los menores para “no llegar tarde ni pasarse de rosca”.
A la hora de transmitir estos mensajes, hace hincapié en “ligar siempre la sexualidad a la afectividad, no solo como algo físico”. Promover el respeto, la empatía y la escucha, así como enseñarles a poner límites y desarrollar su propia autoestima en este sentido, son los principales mensajes que considera que hay que trasladar, más allá de la promoción de la prevención de infecciones de transmisión sexual.
Estos mensajes, señala, no deben limitarse al núcleo del hogar, sino que deben integrarse en políticas públicas “basadas en la evidencia” que no dejen denostada la rama de la sexología. Ayuntamientos y asociaciones pueden jugar un importante papel para desarrollar guías para familias que vayan en esta línea.
A nivel social, detecta que sigue habiendo brecha de género a este respecto, partiendo de los propios educadores. “Desde mi experiencia, te diría que el 80% de las personas que vienen a mis talleres de educación sexual son mujeres. Las madres están más implicadas en este asunto”. También se traslada esta diferencia entre sexos al consumo de pornografía que, aun siendo mayoritario entre hombres, cuando son las chicas las que lo ven les genera una “mayor permisividad” hacia ciertas prácticas sexuales. “Eso también se legitima con la pornografía donde la mujer debe estar sometida al placer del varón y esto se va replicando también”, argumenta. A este respecto, lamenta que lo que se está avanzando en materia de igualdad y desmontando estereotipos de género, está retrocediendo con la pornografía.