Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
18 de septiembre de 2023Corría el año 1874 cuando el químico inglés CRA Wright sintetizó, por vez primera, en la escuela de Medicina del Hospital St. Mary de Londres, heroína. Lo hizo a partir de morfina. En sus comienzos se pensó que la heroína era menos adictiva y que, además, tenía menos efectos secundarios que la sustancia de la que partía, por lo que comenzó a prescribirse ampliamente por médicos de todos los países de Europa.
Los galenos pautaban heroína para calmar la tos en los pacientes tuberculosos y como hipnótico para aquellos que tenían problemas de insomnio. Tan solo quince años después de su nacimiento, la empresa alemana Bayer ya vendía heroína en más de una veintena de países diferentes. Muy poco tiempo después, y ante la demanda social, en Estados Unidos se comenzó a dispensar heroína sin receta médica y comenzó a prescribirse también en niños.
Todo cambió a comienzos del siglo XX cuando comenzaron a aparecer los primeros estudios de investigación que concluían que la heroína era muy adictiva y ponía en riesgo la salud de las personas que la tomaban.