Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
3 de septiembre de 2025Supongamos que tenemos que recorrer una ciudad tan grande y caótica como Londres, con más de 25.000 calles y una infinidad de atajos, callejuelas, pubs y monumentos. Ahora imaginemos que lo hacemos cada día, bajo la lluvia, con el estrés del tráfico y la exigencia de que cualquier turista -marciano o no- espere que sepamos llevarle con precisión de GPS a cualquier rincón. Ese es el día a día de los legendarios taxistas ingleses.
Pero lo más asombroso no es su increíble sentido de la orientación, sino la consecuencia inesperada que tiene en su anatomía cerebral: los taxistas londinenses tienen el hipocampo más grande. Esta historia es la mezcla perfecta de curiosidad científica, neuroplasticidad y una pizca de humor británico.
Empecemos por lo básico. El hipocampo es una región del cerebro que parece -con cierto ánimo de zoología amateur- un caballito de mar. Es el área encargada de, entre otras cosas, almacenar recuerdos y construir mapas mentales del espacio: sin él, ni encontrarías tu coche en el supermercado ni sabrías regresar a casa tras una noche de pub.
Nadie puede ser taxista en Londres si no supera antes uno de los exámenes más temidos y famosos del mundo: “The knowledge”. Se trata de memorizar miles de calles, rutas y puntos de interés -hasta 20.000- y ser capaz de describir el trayecto más eficiente de cualquier punto “A” a cualquier punto “B”. Los aspirantes pueden tardar de dos a cuatro años en preparárselo y más de la mitad no lo logran nunca. Este absorbente proceso implica semanas de recorrer la ciudad en scooter, repitiendo nombres y esquinas, a menudo bajo la implacable lluvia británica.
El verdadero asombro llegó cuando, a principios de los 2000, un grupo de científicos de University College London -liderado por la doctora Eleanor Maguire- sometió a los taxistas a resonancias magnéticas. La pregunta era simple: ¿tendrán los taxistas, expertos en mapas mentales, algún cambio medible en el cerebro comparados con simples mortales sin “The Knowledge”?
El resultado fue rotundo: el hipocampo posterior de los taxistas estaba agrandado respecto al de otros adultos. La diferencia era especialmente evidente en quienes llevaban más años en el oficio. Cuantos más kilómetros y rutas navegaban, más crecía esa región del cerebro.