
Por Santiago Melo
21 de noviembre de 2025La entrada de una masa de aire ártico ha provocado un desplome generalizado de los termómetros en buena parte de España, con avisos activados por nieve, heladas y temperaturas mínimas que podrían situarse por debajo de los –5 °C en zonas de montaña. La AEMET mantiene en alerta a comunidades como Asturias, Cantabria, Castilla y León, Navarra, País Vasco, Aragón, Cataluña y La Rioja ante un episodio invernal que, además de complicar la movilidad, puede influir directamente en la calidad del sueño.
El impacto del frío intenso en el descanso está ampliamente documentado. Diversos estudios muestran que las temperaturas ambientales excesivamente bajas pueden acortar la fase REM, considerada la más reparadora, y aumentar la liberación de hormonas relacionadas con el estrés. Esto dificulta alcanzar un sueño profundo y favorece los despertares nocturnos.
El doctor Jacinto Valverde explica que el cuerpo necesita descender ligeramente su temperatura interna para iniciar el proceso de dormir. Sin embargo, cuando el entorno es demasiado frío, el organismo activa mecanismos de conservación del calor, lo que altera la continuidad del sueño y puede provocar sobresaltos nocturnos.
La temperatura ideal para dormir y mantener un descanso de calidad se sitúa en el rango denominado ambiente térmico neutro, entre 18 y 21 °C. Por debajo de ese umbral, las fases del ciclo sueño-vigilia se vuelven más sensibles a las variaciones térmicas, con especial impacto en el sueño REM.
Para contrarrestar estos efectos, los especialistas recomiendan adoptar medidas sencillas, como:
Además, ingredientes naturales como la melatonina, la valeriana, la melisa o la pasiflora pueden contribuir a favorecer la relajación previa al sueño.
En plena ola de frío, ajustar el entorno nocturno y tomar medidas de protección térmica es clave para mantener un descanso adecuado y evitar que las bajas temperaturas interrumpan la recuperación física y mental que proporciona una noche de sueño reparador.