Por Pedro Martínez
7 de febrero de 2025El sudor es la respuesta que tiene el organismo para regular la temperatura corporal. De por sí, el sudor no tiene olor, pero al mezclarse con las bacterias de la piel genera ese reconocible ‘‘olor a sudor’’.
Para acabar con este mal olor, el uso del desodorante se ha convertido en una práctica cotidiana. Estos artículos ayudan a prevenir el olor atacando a las bacterias de la piel y añadiendo, además, alguna fragancia agradable. Por lo general, lo habitual es tener un desodorante ‘‘de confianza’’ el cual no cambias en años, pero, no realizar una rotación entre diferentes tipos y marcas de desodorante puede desembocar en la pérdida del efecto del producto, ya que las bacterias desarrollan una resistencia a este producto volviéndolos ‘‘inútiles’’.
Para dar solución a este problema, las marcas ofrecen diferentes gamas de productos con diferentes fórmulas, impidiendo así que el cuerpo desarrolle una resistencia y el desodorante siga siendo eficaz. Para conseguir el efecto deseado, sin gastar más dinero del necesario en distintos desodorantes, lo recomendable es realizar el cambio cada seis meses (tiempo en el que las bacterias de la piel consiguen evadir los inhibidores presentes en el desodorante).
Estos productos, a diferencia de los desodorantes, se encargan de impedir la sudoración mediante compuestos de aluminio que anulan la función de las glándulas sudoríparas de manera temporal. En este caso, se recomienda que su uso no sea continuado ya que, con el tiempo, el cuerpo puede acostumbrarse a sus efectos trasladando la producción de sudor hacia otras partes del cuerpo.