Por Peter BABEL
18 de marzo de 2024Puede parecer una asociación grosera, o de mal gusto, pero es que a medida que disminuyen los nacimientos y aumenta el número de personas y parejas que prefieren tener en casa a un perro que a un niño, no hace falta poseer un máster en Prospectiva, por alguna Universidad de lejanía rimbombante, para llegar a la conclusión de que llegará un momento en que habrá gran demanda de veterinarios y exceso de ginecólogos, por la disminución de la demanda.
Naturalmente estos datos no pretenden influir en la elección de carreras y especialidades. Si confundimos la vocación con el cálculo de trabajo en el futuro, tendríamos que ponernos todos a estudiar para ser profesores de chino, que será el idioma más demandado en el mundo.
Ocurre que los datos son bastante claros: mientras los nacimientos disminuyen un 40%, el aumento de los especialistas en Obstetricia y Ginecología subió a casi un 30%. Y no hay variaciones desde el año 2008.
Desde luego, tampoco hace falta ser economista para saber que un perro gasta menos que un niño. Sí, hay incluso desfiles de modas para perros, y peluquerías caninas con tarifas asustantes, pero al perro no le tienes que matricular en una universidad privada, y vive mucho menos. Todavía no hay perros solteros, de treinta años, que vivan en casa de sus dueños, sin ningún ánimo de independizarse.
Para completar el disparate, los ganaderos carecen de veterinarios cercanos. Comprendo que entre atender a un chihuahua en una ciudad, o a una vaca cántabra en un pueblo, el chihuahua es una opción más cómoda. Visto lo cual, observando esta sociedad egoísta y comodona, casi hay que agradecer que nazcan menos niños para que no tengan que crecer entre la decadencia, el materialismo egocéntrico y la frivolidad.