
Por Clara Bravo
12 de diciembre de 2025Mi tocaya, Clara Arrabal, se hace eco de un estudio sobre el desarrollo a raíz de la alimentación -según se sea vegano, vegetariano u omnívoro- y la conclusión es bastante descomprometida: en unos casos está muy bien, pero en otros tiene fallos.
Alabo la prudencia, pero no me sirve de mucho, porque si el vegano tiene que ir andando con suplementos, mejor recurrir a lo más tradicional y antiguo que es comer de todo. Como dice un amigo mío: “Yo como de todo, menos niños”.
Partidaria de la libertad, veo que cada día aumenta el número de veganos, vegetarianos a secas, y vegetarianos a huevos, que se ponen ciegos de tortillas de patata, como si los huevos crecieran en una maceta. Y me parece bien. Yo nunca lo haría por un simple argumento: si la especie humana hubiera sido vegetariana, ninguno de nosotros estaríamos aquí, porque habría sucumbido en la primera glaciación, al carecer de comida.
Nos salvamos de la extinción por ser omnívoros. Y soy omnívora, como las ratas, por solidaridad con mi especie, lo cual no quiere decir que me agrade tanto un torrezno como unas alubias con chorizo.