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Los ridículos problemas del primer mundo

Después de las vacaciones, necesitan ayuda psicológica

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Los ridículos problemas del primer mundo

Por Peter BABEL

28 de agosto de 2023

Todos los años, cuando llegan los últimos días de agosto y los primeros de septiembre, me asalta una estomagante sensación de rechazo cada vez que por la radio, por la televisión, o por periódicos y revistas, me tropiezo con alguien perorando sobre el síndrome pos vacacional. ¡Pobrecitos! Se han ido de vacaciones y, pasadas tres semanas o un mes, han de volver a trabajar y esa circunstancia les impele a ir al psicólogo para recibir ayuda, porque los sufridos veraneantes están desechos. Si los que han tenido salud y dinero para irse de vacaciones necesitan ayuda psicológica, con más razón habrá que buscar apoyos, no ya psicológicos, sino psiquiátricos, para ese 33% que contemplaron como sus vecinos, amigos y familiares, se marchaban de vacaciones, mientras ellos no podían. En una lógica racional lo más urgente sería que recibieran apoyo psíquico y emocional los que no ha podido irse, no los privilegiados que han disfrutado placentreramente lo que a uno de cada tres ciudadanos de su país le es imposible. Uno de los signos de la decadencia de una sociedad es el desnortamiento en calificar la importancia de los problemas. La muerte es la primera; la enfermedad que puede llevar a ella, la segunda; el grave desequilibrio mental, la tercera. Pero si los inconvenientes naturales de la existencia -como tener que trabajar para vivir- se convierten en problemas médicos es que el síntoma anuncia una gravedad evidente. Cuanto mayor es la prosperidad económica, más aumenta el número de problemas que en sociedades subdesarrolladas o en desarrollo sonarían ridículas. Y no hablo de recorrer 20 kilómetros para rellenar de agua un pellejo de cabra, sino, simplemente, tener que trabajar por la mera subsistencia, de vivir con el miedo al despido, de tener que renunciar a aspectos que consideramos imprescindibles como, por ejemplo, las vacaciones. Por favor, tengan algo de pudor. No me hablen de los graves trastornos afectivos que les provoca haber pasado un par de semanas como si pudieran vivir de las rentas, porque en el piso de la lado, a lo peor, vive una persona de cincuenta y tres años, que lleva ya cuatro sin encontrar trabajo, y está preparado para realizar muchas tareas, pero no estaba preparado para considerarse un excluido social al cumplir los cincuenta. La vida está llena de problemas. Y si no aguanta la vuelta de las vacaciones, le aconsejo que lea a Cioran, que le propondrá un solución. A lo mejor usted consideran que no se merece esa respuesta. Pero cuando caemos en la gilipollez sofisticada, sí, nos merecemos ese tipo de respuestas. 



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