Por Peter BABEL
11 de marzo de 2025España es uno de los países de la Unión Europea donde menos niños nacen. Además, los padres son los que más edad tienen. No es un chiste: llega el padre a buscar al niño al colegio, con el pelo encanecido y cansado del trabajo de todo el día, y la educadora infantil le dice a la niña, con mucho cariño: “Mira, ha venido a buscarte el abuelito”. Y el padre, como ya le ha sucedido en otras ocasiones, renuncia a aclarar el malentendido. Para compensar esta falta de niños tenemos más perros que ningún otro país. La ventaja que tiene el perro sobre el niño es que, tengas cuarenta años o cincuenta, vas a la guardería canina a rescatar a la mascota y no te llaman padre, ni abuelo, sino amo. La desventaja para todos es que como sigamos así, dado que el perro no trabajará nunca, ni cotizará a la Seguridad Social, las pensiones no darán para comer, y los pensionistas a lo peor tienen que comerse a los perros.
Comenzamos, hace años, con el “póntelo, pónselo”, seguimos con la pastilla abortiva del día después y, ahora, cuando ves a una mujer embarazada por la calle, los periodistas sentimos la tentación de pedirle una entrevista.
En estas situaciones, la compensación vienen de la inmigración. Las mujeres musulmanas, por ejemplo, son más fértiles, y los niños, al crecer, emigran a los países del norte, donde hay más posibilidades, no sólo para los veterinarios, sino para encontrar trabajo. Ante este panorama, en Cataluña ya han decidido que no quieren menores inmigrantes, por lo que dentro de unos años es posible que se haga popular el dicho: “Tienes menos porvenir que un pediatra en Cataluña”.
El crecimiento vegetativo en España es ya un problema. Y la falta de nacimientos nos coloca ante una situación embarazosa por la falta de embarazos.