Por Peter BABEL
8 de septiembre de 2025Hay muertes accidentales que nos parecen raras y pocos frecuentes. No sé, por ejemplo, morir por un rayo. De niño, en el pueblo de mis tíos, se insistía mucho que, en las tormentas, guarecerse bajo un árbol no era buena idea. Aún así, todos los años mueren una docena de personas, aproximadamente. Y morir electrocutado, también parece una circunstancia excepcional, pero son unas 150 personas las que, al menos en España, pierden la vida, la mayoría de ellas en el ámbito del hogar.
En ese sector, confieso que yo tenía también clasificadas las muertes por ahogamiento en ríos, piscinas o playas, pero este año, sólo en los meses de calor, han fallecido casi 300 personas. Creo que son muchas. No sé, extrañaría menos si esas personas hubieran vivido en el desierto, no tuvieran ningún tipo de información, o se debiera a inundaciones o naufragios, pero resulta que estas muestre se producen en plenas vacaciones, en una piscina, en un río tranquilo o en el mar, con bandera verde en la playa.
Por cierto, el porcentaje más alto de ahogados es el de los hombres. Y no creo que se deba sólo a que las mujeres sean más prudentes, sino a que los hombres son más estúpidamente temerarios.