En los últimos meses, determinados influencers están mostrando en redes sociales, como Tik Tok o Instagram, las bondades de realizar enemas de café para adelgazar e, incluso, curar un amplio número de enfermedades.  

A pesar de las bondades que cacarean algunos influencers, que nada tienen que ver con el mundo sanitario, no hay ninguna evidencia científica que respalde el uso de la cafeína rectal como tratamiento o prevención de ninguna enfermedad. Es más, y en contra de lo que defienden con ahínco algunos tik-toker e instagramer, los nuevos pastores del ano, lo único que puede ocasionar son problemas para nuestra salud.

La lavativa cafeínica no solo puede provocar irritación intestinal, con la pérdida de la flora bacteriana y el desequilibrio electrolítico, sino que también puede ocasionar quemaduras a nivel de la mucosa rectal, perforaciones del colon con el riesgo añadido de peritonitis, septicemia y el fallecimiento del incauto paciente.

Una de las víctimas más famosas de este tipo de pseudociencia fue Steve Jobs, al que prometieron beneficios oncológicos que nunca llegaron. En fin, pues eso, mucho cuidado con los pastores del ano disfrazados de improvisados influencers sanitarios.

Para asistir al nacimiento de la primera lavativa o enema nos tenemos que remontar hasta el Egipto faraónico. Allí, con una mentalidad mágico-religiosa, se pensaba que el dios Thot penetraba por el ano y curaba cualquier tipo de dolencias, desde la cefalea hasta la epilepsia, pasando por el insomnio. A través de aquellos primeros enemas, los médicos introducían en el organismo de sus candorosos pacientes flores de azahar, de rosas o de bergamota, en el mejor de los casos. Para ello aplicaban una cánula conectada a un odre con agua del Nilo, con el que conseguían vencer la resistencia anatómica del intestino.

La verdad es que la administración ni era estética ni cómoda, pero eso no fue impedimento para que la familia del faraón también recurriera a este esperpéntico procedimiento. Es más, los médicos que administraban los enemas al faraón adoptaron el ostentoso título de “guardianes o pastores del ano”.

Con el paso de los siglos y de las civilizaciones la situación no solo no menguó sino que aumentó la difusión de las lavativas, alcanzando su máximo esplendor en la época de Luis XIII. Y es que, en la capital gala los enemas se convirtieron en un acto de distinción social, hasta el punto de que los nobles llevaban en todos sus viajes los adminículos necesarios para aplicárselos.

De aquellos polvos estos lodos

Siendo el enema un procedimiento terapéutico milenario, las lavativas de café vieron la luz en el año 1928, hace ahora casi un siglo. Fue de la mano del doctor Gerson –el creador de la pseudoterapia Gerson- que comenzó a utilizarlo como un innovador tratamiento anticancerígeno.

Su modo de administración no ha variado sustancialmente en estos cien años. Los gurús pseudocientíficos recomiendan poner tres cucharadas de café molido en un litro de agua, hervir la mezcla durante tres minutos, para luego dejarla enfriar e introducirla en el conducto anal con la ayuda de un irrigador colónico.

El repertorio de dolencias que se podrían curar o prevenir con la cafeína colónica, según los defensores, son de lo más variados: alcoholismo, alergias, asma, artritis, dolor de espalda, hinchazón, estreñimiento, colitis, gases intestinales, cefalea, hipertensión, indigestión, insomnio, trastornos mentales, mal aliento, problemas de la piel, colitis ulcerosa y la fatiga. De ser cierto, que no lo es, estaríamos ante uno de los tratamientos más eficaces de este siglo, una verdadera panacea.

---