Por Luis del Val
5 de marzo de 2024Mayte Amorós y Juan Casillas, han publicado en el diario ABC un documentado trabajo periodístico, donde se resalta el desparpajo con el que la consejera de Salud de Baleares mintió descaradamente, en sede parlamentaria autonómica.
A primeros de junio de 2020, el gobierno Balear recibió un informe del Centro Nacional de Medios de Protección confirmando la mala calidad de las mascarillas compradas a la empresa Soluciones de Gestión, que pasó, de facturar 0 euros, a ventas que superaron los 50 millones de euros.
Dos días después de recibirse el informe -en aquél momento donde veíamos a médicos y enfermeros protegerse con sacos de basura- la consejera de Sanidad, Patricia Gómez, compareció ante la Comisión de Salud del parlamento balear, y aseguró que no había problemas con ningunas de las mascarillas adquiridas, cuando ya había dado orden de que se almacenaran por resultar inservibles. Más aún: se permitió presumir de la buena gestión que habían llevado a cabo, incluso dudó si se debía a la suerte o a la buena gestión, y aseguró literalmente que “Ninguna partida de las compradas por esta consellería ha resultado defectuosa”. Y lo dijo, sin que se le apreciara ningún nerviosismo, después de que había dado orden de que ni se abrieran las cajas que contenían el millón y medio de mascarillas de la estafa.
Posteriormente a la aparición de este reportaje, doña Francina Armengol convocó una rueda de Prensa, actuando como tercera autoridad del Estado, y dijo que “no todo vale en Política y no todos somos iguales”. De acuerdo. A continuación también confesó que no sabía quién había comprado las mascarillas, ni quién ordenó que se pudrieran en un almacén, ni porqué tardaron tres años en denunciar la estafa, y tampoco sabe quién ordenó que se expendiera un certificado del gobierno balear asegurando que la empresa estafadora era de fiar.
Bien, yo estoy dispuesto a creer que doña Francina Armengol, presidente del Congreso de los Diputados, estaba medio atontada en aquella época, y, por eso, cuando a todo el mundo se le prohibía salir de casa, ella se saltó la prohibición, como consecuencia del atontamiento, y tuvo que pedir disculpas. Vale, todo el mundo hemos estado atontados en alguna ocasión. Ahora bien, sabiendo ya que su persona de confianza y consejera de Salud, Patricia Gómez, mintió al Parlamento autonómico, sólo le cabe una salida para que creamos en su inocencia: querellarse contra su consejera de Sanidad. Porque si no lo hace, muchos -entre ellos el autor de este artículo- pensaremos que, además de sus pasajeros y circunstanciales atontamientos, padece algo mucho más grave, y es la complicidad con un delito de corrupción, en el que actuarían en pareja, la enfermera -Patricia Gómez- y la farmacéautica- Francina Armengol.
