Un etólogo no es un psicólogo

El otro día, viendo la televisión, apareció un señor hablando de la conducta de los perros e, impreso en la pantalla, su profesión: “psicólogo de animales”. Confieso que, aunque no tengo tanta experiencia como Matusalén, nunca había oído hablar de psicólogos de animales, como no he oído hablar de sacerdotes de perros, ni de psiquiatras de gatos.

Me consta que hay más perros que niños en España, que sólo los perros -nueve millones- superan en un millón a los niños, y que hay perros que tienen un guardarropa muy completo -impermeables para la lluvia, mantas para el frío… etcétera, lo que les jode la piel, y les activa la pérdida peligrosa de pelo. Pero a lo que íbamos: los animales tienen conocimientos, tendencias y sentimientos, pero no tienen alma, ni le temen a la muerte, porque no saben que se van a morir, o si lo advierten, no les causa trastornos.

El término “Psique”, viene del griego, como casi todos recordaréis y se refiere a la actividad mental. Sí, el animal, advierte, percibe, juzga y obra según su instinto, Pero NO piensa. Y se le da una higa si, una vez muerto, tendrá un cielo con huesos en abundancia, o un cielo con vertederos malolientes, si se trata de un ave carroñera. Desde luego, no tiene puñetera idea de quien fue Arquímedes, y eso no le impide a un perro nadar en el agua y llegar a la otra orilla.

Bueno, pues el animal puede llegar a tener conductas no previsibles, o raras, y entonces necesita un etólogo, que es un especialista en conducta animal. Pero no es un psicólogo.
Eso no significa que sus honorarios sean baratos: están entre los 40 y los 150 euros por consulta.

Dicho esto, espero que los psicólogos no se reconviertan en etólogos por motivos económicos.