
Por Luis del Val
26 de diciembre de 2025Todos somos discapacitados en algo. “Perdonadme que hable de mí mismo, pero soy el hombre que mejor conozco”, decía Unamuno. Bueno, pues yo siempre me sentí algo discapacitado en las matemáticas e imposible que me eligieran en ningún equipo de baloncesto. Y, de la misma manera que todos somos discapacitados, también todos servimos para algo.
Hace unos días, María José Fuenteálamo, en el diario ABC, publicó un reportaje sobre una mujer de 39 años, Cristina Rosales, que padece una discapacidad del 69%, y que trabaja como dependienta en una tienda de Massimo Dutti, de Málaga. Jornada reducida de 20 horas semanales, y una ocupación que, según dice ella, le llena de endorfinas.
Por cierto, la empresa quería alguien para el almacén y, cuando se presentó Cristina, hicieron una reestructuración de la plantilla, y le dieron un puesto de dependienta, con jornada reducida. No es caridad, sino racionalización del trabajo, porque Cristina hace la mayor parte de su horario en sábados y festivos. Y hay una frase de Cristina, que se me quedó grabada: “La discapacidad está estigmatizada”.
La vida de Cristina ha cambiado: es útil a la empresa y se siente útil.
Todos somos discapacitados en algo, y los discapacitados reconocidos y diagnosticados, también están capacitados para prestar su porcentaje de fuerza y de inteligencia a la sociedad. Y sentirse útiles. Y dejar de sufrir la discriminación absoluta.