Por Peter BABEL
16 de diciembre de 2024Voy a decir algo que no me va a proporcionar simpatías: soy partidario del copago en la Sanidad Pública.
En Alemania se introdujo en 2004, por los socialistas, y se derogó en 2013 por un gobierno de derechas.
A los socialdemócratas alemanes no les quedó más remedio, ante la asiduidad con que se acudía a la consulta de los especialistas, y el déficit presupuestario. Tampoco fue una barbaridad: se pagaban unos diez euros al trimestre, si en ese trimestre acudía a alguna consulta médica. Bueno, pues la primera semana sanaron repentinamente la cuarta parte de los potenciales enfermos alemanes.
Nuestra ministra de Sanidad presume mucho a la Sanidad Pública universal, pero no nos habla de su pavoroso déficit, y el universal se está convirtiendo en un efecto llamada para personas de otros países que viene aquí a dar a luz, someterse a una intervención quirúrgica o a un tratamiento que requiere medicamentos muy caros.
Antes de que los inquisidores de guardia me acusen de falta de caridad, les diré que no estoy en contra de la atención universal a todo aquél que está enfermo, pero fomentar el turismo médico, gratis total, es un suicidio a medio plazo del sistema. Entre el rigor estadounidense y nuestra barra libre sanitaria, a la española, debe de existir un punto medio.
Nuestra ministra de Sanidad, viendo que ya no sólo debemos afrontar el gasto sanitario de los contribuyentes españoles, sino también el de los fármacos que consumen los “turistas-sanidad-gratis-total”, va a imponer copago en las farmacias. Pero no a los turistas sin recursos, sino a las clases medias, cada vez más acosadas por los impuestos.
De momento es un proyecto de ley. Pero dada mi experiencia, no he conocido ningún proyecto de Ley para subir impuestos que haya descarrilados por el camino.
Dentro de poco, prepare la cartera antes de entrar en la farmacia. A no ser que venga de otro país y no tenga recursos. O sea un jubilado con una pensión inferior a 2.000 euros.