Colegio de médicos demasiado discretos

Cuando la actual presidente del Congreso de los Diputados lo era de Baleares, organizó un estropicio mayúsculo en el sistema de salud de las islas, al obligar el conocimiento del catalán a los médicos. Tras reconocer a un bebé de 14 meses, el pediatra le dice a su madre que el bebé padece un proceso diarréico que puede derivar en una gastroentiritis y, si el pediatra se lo explica a la madre en catalán, suponía la presidente que la madre estaría más tranquila y el niño se curaría antes que si lo explicaban en castellano. Merced a esta estupidez, hubo momentos en que la especialidad estuvo en porcentajes peligrosos para cubrir la atención médica a los niños. Intentar fusionar la Medicina con la Filología es tan estúpido como aplicar a la Química influencias teodiceas o sociológicas. Suponer que un cirujano, en un quirófano de Baleares, sea más capaz, y tenga más posibilidades de ocupar la plaza, por entender y hablar catalán, es una de esas auroras boreales de la tontería que destellan con luz propia. En aquella ocasión, los colegios de Médicos se mostraron bastante discretos, con una discreción rayana en una aparente complicidad. En Baleares ha habido un cambio político y la melonada se anula, pero existen, y van a aumentar, exigencias semejantes, y nos gustaría escuchar la opinión autorizada de los Colegios de Médicos sobre esa barbaridad de la que depende nuestra salud. A mí, particularmente, no me importa que un profesor de Historia mediocre, tenga plaza en Cataluña por el mérito de hablar catalán, aunque eso eche fuera a un profesor eminente. Allá la Universidad. Ahora bien, la salud es demasiado importante para dejarla en manos de políticos memos, porque eso puede costar alargamiento de la enfermedad e incluso muertes. No pedimos a los Colegios de Médicos que sean soldados en el combate político, pero que, al menos, defiendan la dignidad y la meritocracia de sus colegiados, y la salud de los pacientes.