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Santiago Dexeus: el médico que cuidaba a las mujeres

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Santiago Dexeus: el médico que cuidaba a las mujeres

Por Ernesto Saénz de Buruaga

17 de abril de 2024

Hay veces, pocas, que al hacer una entrevista te das cuenta de que tienes delante a un personaje excepcional. Santiago me conquistó cuando nos conocimos desde el primer apretón de manos, con su mirada pícara y una sonrisa que transmitía humanidad y bonhomía. Tenía lo que solo tienen los elegidos. Ese encanto que llena los espacios que ocupaba dentro y fuera de la consulta. 

Mi entrada en el mundo de la medicina como periodista se la debo a una reflexión suya que da idea de la dimensión del personaje. Me contaba que una paciente, que terminó muriendo, había dejado escrito un diario. El marido quiso entregárselo a Dexeus y pudo leer estas palabras: “Debo de estar muy enferma, muriéndome. El doctor ya no se atreve a visitarme”. Santiago Dexeus, un hombre sensible y cercano, me confesaba con amargura que algo de razón tenía aquella mujer. Y que su testimonio le cambió la vida. Desde entonces, me contaba que escucha a sus pacientes sin prisa y con una sonrisa, les pregunta por su vida, sus preocupaciones, su familia y les dice: “Tenemos un problema que juntos vamos a resolver”. Aquella mujer “me cambió la vida”, me contaba con emoción, y desde entonces “soy mejor médico y persona”.

Santiago era la sabiduría. Pero con la discreción de los más grandes, sin alardes. Con trabajo y dedicación. Con pasión por la ginecología. No voy a recordar su biografía y lo que fue en la historia de la medicina española. Uno de los más grandes. Yo le admiraba por la pasión que ponía a la vida. Por las muchas vidas vividas, porque nada le era ajeno. Por el amor con el que trataba a sus mujeres, las miles que pasaron por su consulta. Por su alegría, por el ejemplo de superación ante el dolor que le ha consumido. Dolor físico y dolor en el alma cuando se sintió engañado por los más próximos y veía como la clínica Dexeus era de otros sin perder su nombre. No era hombre de negocios porque nunca entendía como negocio la vida de sus pacientes ni el hospital que puso en pie. Algún desahogo por esa pérdida le he escuchado y la rabia que había desterrado de su vida la tenia yo al no poder ayudarle.

Era un hombre vital. Un gigante. Su hijo Damiá seguirá pasando consulta con el apellido que honra. Su hija Thais será la imagen de su sonrisa. Su familia siempre le echará de menos aunque sus últimos años se perdiera en sus recuerdos donde siempre estaban esas mujeres con las que hablaba y a miles les salvó la vida. Lola, su mujer, se queda sin Santiago, su marido y su maestro en la ginecología. Pero le recordará cada día con la sonrisa que compartieron y con un amor que les hizo felices hasta el último día. Para nosotros, los que tuvimos la suerte de conocerle, nunca se irá de nuestros corazones. Hoy brindo por ti, Santiago, con esa copa de cava que nos unió a los cuatro en la primera cena en Madrid. 



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