Por Aurora Molina
9 de enero de 2024Hace seis años, científicas del Hospital Gregorio Marañón de Madrid descubrieron que la anatomía del cerebro de las madres a los tres meses del posparto era diferente de la que tenían antes de quedarse embarazadas por primera vez. En concreto, según informan desde el hospital, se registraron cambios en la Red por Defecto, aquella que está implicada en la percepción del Yo y la cognición social. Asimismo, las investigadoras determinaron que cuanto más cambiaba el cerebro, mejor era el vínculo entre la madre y el bebé.
En esta línea se ha demostrado que los cambios persisten, al menos, hasta seis años después de dar a luz. Para llegar a este punto se comparó el cerebro de 110 mujeres en el tercer trimestre de su primer embarazo con el de mujeres que no lo habían estado nunca. Una vez las madres dieron a luz a sus bebés, las investigadoras Susana Carmona, María Paternina-Die y Magdalena Martínez, del hospital madrileño, volvieron a evaluar a las 110 participantes, esta vez en el primer mes tras el parto. De esta manera han demostrado que, a medida que avanza el posparto, algunos de los cambios cerebrales producidos sí se pueden revertir, pero otros no lo hacen. Atendiendo al ejemplo ofrecido por el Gregorio Marañón, aquellos cambios que afectan a las redes cerebrales encargadas de la atención sí vuelven al estado preembarazo rápidamente. Sin embargo, los que afectan a la Red por Defecto, no, por lo que es muy posible que el primer embarazo de la mujer modifique de por vida las regiones cerebrales implicadas en la percepción del Yo.
Además de los cambios generales, también se han analizado algunas variantes como el tipo de parto. En el estudio, un 79% de las embarazadas experimentaron parto vaginal, un 11% tuvieron cesárea y un 10% cesárea programada. Siguiendo esta diferenciación se observó que los cambios entre el tercer trimestre de embarazo y el primer mes posparto eran diferentes en función del tipo de parto. Por un lado, las mujeres que tuvieron cesárea programada demostraron cambios cerebrales distintos a los de las mujeres que tuvieron parto vaginal o cesárea de emergencia. Este hecho sugiere que el trabajo de parto, independientemente de si acaba en cesárea o no, influye en la neuroplasticidad materna. La neuroplasticidad, según el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, es la capacidad del cerebro para reestructurarse mediante cambios en el número y forma de las neuronas y conexiones sinápticas, con el objetivo de adaptarse a nuevas situaciones.
Asimismo, en el aspecto neuropsicológico también se ha reflejado que cuanta más ansiedad tiene la madre durante el embarazo, peor es la experiencia del parto. Este hecho provoca que durante el posparto haya un mayor estrés asociado a síntomas de depresión y un peor vínculo con el bebé.
Como resultado se ha determinado que tanto el embarazo, el parto y el posparto son procesos que conllevan cambios hormonales, inmunológicos y ambientales muy distintos. El estudio, a su vez, ha permitido identificar que estos procesos se caracterizan por mecanismos de neuroplasticidad diferentes, por lo que será necesario evaluar cada uno de ellos de forma independiente.