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Día Mundial del Farmacéutico

“Nadie vive de la vocación”: los farmacéuticos alertan de que las boticas rurales son cada vez menos viables

Los presidentes de las dos principales asociaciones de farmacéuticos rurales de España explican a Medicina Responsable cuáles son sus reivindicaciones para frenar el cierre de estos establecimientos

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“Nadie vive de la vocación”: los farmacéuticos alertan de que las boticas rurales son cada vez menos viables

Por Clara Arrabal

22 de septiembre de 2025

Son compañía, apoyo y empatía. Hacen de veterinarios, de farmacéuticos, de psicólogos…del mejor de los informáticos si los ancianos del pueblo no saben utilizar las tecnologías. Curan heridas, detectan problemas de salud, recogen paquetes y los llevan a sus dueños; realizan los recados de quienes tienen movilidad reducida e incluso son la mejor de las parejas para una partida de mus después de comer. No estamos hablando de ángeles de la guarda, ni de superhéroes o vigías. Ellos son los farmacéuticos rurales, aquellos que habitan cada pueblo de España para que ningún rincón se quede sin cobertura sanitaria. Y hoy, como cada 25 de septiembre, están de celebración: es el Día Mundial del Farmacéutico.

“Yo he actualizado facturas, configurado GPS, instalado el WhatsApp a los abuelos del pueblo para que puedan hablar con sus nietos, he cambiado bombillas... Y en la pandemia, compraba para mí y para la mitad de los vecinos, así no salían de sus casas”, explica a Medicina Responsable Jaime Espolita, presidente de la Sociedad Española de Farmacia Rural (Sefar). “Y yo he impreso hasta billetes de avión, porque los vecinos no tienen escáner en su casa. Estamos ante una población muy envejecida, dependiente en muchos casos, y en otros muchos con un nivel bajo de estudios, por lo que para ellos somos una figura imprescindible en su día a día. ¡Y no solo para vender medicamentos!”, añade, por su parte, Manuel Olivert, presidente de la Asociación de Farmacéuticos Rurales de la Provincia de Alicante Afarpa.

Sin embargo, a pesar de su papel fundamental como fijadores de población en las zonas más deshabitadas de España y su tesón por garantizar un servicio que va más allá de lo estrictamente profesional, los farmacéuticos rurales están en peligro de extinción. “Estoy seguro de que somos la última generación, que nadie más querrá hacer nuestra labor porque es muy sacrificada y no genera muchos beneficios”, explica Jaime Espolita, quien recuerda exaltado que “¡de la vocación no se come!”.

Radiografía de las farmacias rurales

Según el informe “La aportación de valor del modelo de farmacia a la cohesión territorial y al reto demográfico”, realizado en 2023 por el Consejo General de Colegios Farmacéutico (CGCOF), en España hay más de 4.400 farmacias ubicadas en municipios rurales de menos de 5.000 habitantes que atienen a unos 5,6 millones de personas, lo que supone casi el 10% del total de la población residente en el territorio nacional. De este modo, el 90% de los que residen en municipios rurales de pequeño tamaño cuenta con farmacia comunitaria en su municipio.

De todas ellas, el 92,4% tienen de responsable a un único titular, mientras que tan sólo un 7,3% de estas cuentan con dos titulares. "Claro, es que no podemos permitirnos contratar a nadie en la mayoría de los casos, porque los ingresos, al depender únicamente de la cantidad de fármacos que vendemos, no nos llegan para cubrir los gastos”, apunta Manuel Olivert. Y no va mal encaminado pues, volviendo a los datos del informe anteriormente citado, los ingresos medios de las farmacias de municipios rurales de pequeño tamaño son de unos 34.997 euros netos al mes, aunque a medida que disminuye la población (aumenta la ruralidad), cae su facturación. Además, nueve de cada diez euros facturados por una farmacia ubicada en un municipio rural de pequeño tamaño proceden de la venta de medicamentos y una de cada tres farmacias de micromunicipios rurales se encuentra en situación de viabilidad económica comprometida.

Un sistema retributivo nada garantista

Todos estos datos, que tanto preocupan al sector, son los que quieren revertir farmacéuticos como Jaime y como Manuel que, desde sus respectivas organizaciones, hacen un llamamiento a todas las autoridades, así como a los agentes de la industria y a la propia población. “Nuestro sistema retributivo está basado en el número de recetas que expedimos, por lo que no hace justicia a todos los servicios que ofrecemos a la población. ¿Y las guardias? ¿Y los botiquines? ¿Y la atención domiciliaria? Nada de esto está remunerado, lo hacemos de manera altruista y gratuita para que todo el mundo tenga una farmacia cercana, a menos de 15 minutos en coche y abierta 24 horas”, explica Manuel Olivert. Por ello, subraya la necesidad de la creación de servicios profesionales para así poder obtener beneficios más allá de los medicamentos que venden pues, “en nuestras zonas rurales los clientes son pocos”.

Jaime Espolita: “Cuando una persona se jubila en una farmacia rural, se acabará cerrando porque los jóvenes no tienen incentivos para venir a vivir a un pueblo como farmacéutico”.

“Reivindicamos unos servicios profesionales como la revisión de botiquines, la detección de enfermedades y deterioros cognitivos, soledad no deseada, violencia de género... Somos núcleos de personas que tenemos mucha confianza con los pacientes y por ello somos capaces de detectar algunas cosas que, de otra manera, tardarían bastante en llegar al médico o a la administración. En definitiva, somos puntos críticos, no solo a nivel de salud, sino también a nivel social”, añade.

Nula conciliación familiar

Este sistema no solo interfiere en la viabilidad económica de las farmacias rurales, sino que impacta directamente en la vida de los profesionales que desempeñan su labor en los pueblos, pues, como ellos mismos apuntan, conciliar la vida laboral y familiar se hace prácticamente imposible. “Yo he trabajado 20 años en una farmacia de León en la que estaba yo solo y tenía 6 meses de guardia al año, es decir una semana sí y una no. Esto me imposibilitaba tener vacaciones y bajas, pero también afectaba a mi familia, que en muchos casos no está dispuesta a aguantar nuestro ritmo de trabajo. Por eso pedimos tener unos ingresos mínimos para poder contratar personal que nos pueda dar descanso”, explica Jaime Espolita.

Manuel Olivert: “Yo llevo 10 años sin vacaciones. Es complicadísimo viajar, y ya no te digo coger una baja o tener un hijo, pero ya estamos gestionándolo con la Dirección General de Farmacia”

 “Está claro que este no solo es un problema económico porque, como hemos explicado, también tiene que ver con la conciliación; pero arreglando esa parte monetaria y teniendo un salario que nos permita vivir de nuestra farmacia, podremos plantearnos contratar a más personal para disfrutar de tiempo libre para vivir”, concluye Olivert. 



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