Por Juan García
21 de mayo de 2024Los espasmos faciales son contracciones involuntarias de los músculos de la cara provocados por alteraciones en el funcionamiento del sistema músculo-nervio. Esta causa de origen muscular es lo que la diferencia de los llamados tics, que tienen su origen en el sistema nervioso central.
El doctor José Luis Fernández Plaza, especialista en neurofisiología clínica del Hospital Quirónsalud Sur, explica que son una consecuencia de “la irritabilidad del nervio” y lo más frecuente es que tenga una “causa de origen vascular por una compresión de un vaso que afecta al nervio”.
También se pueden originar, de manera menos frecuente, por parálisis facial o enfermedades neurológicas y, en general, el espasmo facial se puede dividir en tres categorías. Tenemos el denominado “espasmo hemifacial, que es de toda la mitad de la cara; por otro lado, el blefarosespasmo, que es una contracción del párpado que se va cerrando y abriendo; y el espasmo masticatorio que es mucho menos frecuente”, señala el doctor.
La ansiedad es el principal factor que favorece su aparición, ya que los nervios son “sistemas hiperregulados y la ansiedad que influye en los controles del sistema nervioso permite que, ante cualquier pequeño fallo, el nervio se dispare sin venir a cuento”.
Para diagnosticarlo, la electromiografía es una técnica de neurofisiología que permite detectar el origen de estas manifestaciones. “Como el espasmo facial se refleja con una actividad motora en forma de descargas continuas a alta velocidad, es tan sencillo como meter una aguja en los músculos en los que se está produciendo la contracción y objetiva esta alteración”.
Los espasmos faciales no entrañan riesgos para la salud, por lo que las molestias que originan son de una naturaleza eminentemente estética. A pesar de su baja incidencia, existen alternativas terapéuticas eficaces para remediarlo. El doctor explica que, dada esta naturaleza estética, “hay que sopesar las ventajas y la conveniencia” de aplicar un tratamiento. Una vez decidido, existen dos vías: por un lado, la aplicación de toxina botulínica o la intervención quirúrgica. El problema de la toxina es que tiene un efecto autolimitado de tres a seis meses, ya que esta sustancia química que produce parálisis de los músculos se elimina sola del cuerpo pasado este tiempo. Por su parte, la cierta “agresividad” de las intervenciones quirúrgicas, según destaca el doctor Plaza, hacen que se reserve para casos excepcionales.
En conclusión, el neurofisiólogo destaca que un correcto diagnóstico es imprescindible para decidir la mejor forma de actuar frente a la incomodidad que genera la aparición de estos espasmos.