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Gladiator 2: vida y muerte en la arena romana

Desmontando algunos mitos sobre los gladiadores

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Gladiator 2: vida y muerte en la arena romana
Paramount Pictures

Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable

18 de noviembre de 2024

Veinte años después de que Ridley Scott nos sumergiera en el coliseo con “Gladiator”, llega a las pantallas la esperada secuela. Con el peso de una de las películas de acción histórica más taquilleras de todos los tiempos a sus espaldas, “Gladiator 2” promete revivir la épica, la violencia y la intriga que caracterizaron a su predecesora. Pero, ¿es cierto que los gladiadores fallecían en la arena a consecuencia de las lesiones por arma blanca? 

Los combates no siempre eran a muerte

La figura del gladiador ha sido durante siglos un símbolo de violencia, brutalidad y muerte. El cine y la literatura han perpetuado la imagen del gladiador como un esclavo destinado a una muerte segura en la arena, luchando por el mero entretenimiento de las masas romanas. Sin embargo, esta visión simplificada y dramatizada oculta una realidad mucho más compleja y matizada.

Los gladiadores eran, en efecto, combatientes entrenados que se enfrentaban en espectáculos públicos. Pero eran también personas con vidas, aspiraciones y una posición social más diversa de lo que se suele creer. Y es que muchos no eran esclavos, sino hombres libres que elegían esta peligrosa profesión por diversas razones. Algunos buscaban fama, fortuna o simplemente una vida más emocionante; otros eran condenados a muerte que veían en la arena una oportunidad de morir con honor.

Para el lanista, el propietario de la escuela de gladiadores, cada combatiente era una valiosa inversión, ya que había que alimentarlo, entrenarlo, equiparlo y, además, pagar sus cuidados médicos. Por este motivo, el empresario era el primer interesado en que sus gladiadores sobrevivieran, pero también el público, ya que estos atletas –aun cuando eran esclavos- representaban una cualidad muy admirada en la antigua Roma: el valor en la lucha.

Esto explica por qué los combates en el anfiteatro no eran siempre a muerte, en muchas ocasiones terminaban cuando uno perdía sus armas o, simplemente, se rendía. Para ello el gladiador debía elevar su brazo izquierdo con el dedo índice extendido, correspondiendo al editor de los juegos decir la suerte del vencido.

Otro mito extendido es que el pulgar hacia abajo indicaba la muerte del gladiador vencido. Las fuentes se refieren a “pollice verso” (pulgar vuelto), pero no se especifica hacia donde debía dirigirse, lo más seguro es que fuese hacia arriba, hacia la garganta del vencido, ya que el método de asesinato era por degollamiento (del latín iugula). 

El comienzo de este mito tiene su origen en un cuadro del pintor francés Jean-Leon Gerome (1824-1904) titulado “Pollice verso” (1872), en donde los espectadores aparecen con el dedo pulgar vuelto hacia abajo. Y a la inversa, para indultar al gladiador los espectadores solían agitar un pañuelo, al tiempo que gritaban “mite” (libéralo), no haciendo en este caso ningún gesto con sus pulgares, a diferencia de lo que vemos en las peplum.

A pesar de que es extremadamente difícil de determinar la mortalidad de los gladiadores en la arena, los estudios arqueológicos sitúan la mortalidad entre un 10 y un 20%. A pesar de que nos pueda parecer elevada, esta cifra era inferior a la de otros espectáculos de la época, como las carreras de caballos. La muerte de los gladiadores no se producía en el combate, sino a posteriori y, generalmente, a consecuencia de la infección de las heridas. Bacterias como el estafilococo o el estreptococo, junto con la toxina del tétano, podían convertir una simple herida en una amenaza mortal para la que no había cura.  

La sangre de gladiador, un bien codiciado

Si el gladiador había caído muerto sobre la arena -en el caso de recibir el veredicto iugula- de forma inmediata un grupo considerable de espectadores se abalanzaban sobre su garganta y comenzaban a chuparle la sangre. 

Esta escena de “vampirismo” tenía una explicación “científica”. En aquella época médicos afamados –como Aulo Cornelio Celso- explicaban que la sangre de gladiador era uno de los mejores remedios terapéuticos para combatir la epilepsia, una enfermedad fuertemente estigmatizada en aquel momento. Este remedio también lo recoge Plinio en su “Historia Natural”, en señala que los enfermos debían absorber la sangre aplicando directamente sus labios sobre la herida.

Hay que tener en cuenta que los romanos pensaban que la sangre era la esencia de una persona y los gladiadores eran el paradigma de fuerza, valentía y virilidad, cualidades que se adquirían al beber su sangre. 



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