Por Pedro Martínez
9 de julio de 2025La llegada del verano en España ha venido acompañada de un calor sofocante y un aumento de la humedad notable en la mayor parte del territorio. Esto hace que sudemos más y pongamos más atención en sus consecuencias, como el olor o las manchas en la ropa. Pero ¿cuándo el sudor deja de ser una respuesta corporal habitual con el fin de regular la temperatura para convertirse en un problema?
La sudoración es un mecanismo de termorregulación que desarrolla el cuerpo, aunque también tiene otras funciones importantes, como la de mantener cierto equilibrio de líquidos y electrolitos, o la de eliminar sustancias de desecho. Además, algunas investigaciones sugieren que la sudoración tiene un papel relevante en la respuesta corporal al estrés o en la comunicación química.
Este proceso se realiza a través de las glándulas sudoríparas, unas estructuras especializadas en esta tarea y que están distribuidas por toda la piel (divididas en dos tipos, ecrinas y apocrinas). Las ecrinas se encuentran distribuidas por la piel y su función se basa en la secreción del sudor, compuesto principalmente por agua y mínimas cantidades de sal, azúcares y urea que se evapora en la superficie de la piel. Por su parte, las apocrinas, se encuentran principalmente en las axilas y la región genital y también generan sudor, pero, en este caso, es un sudor más espeso con un considerable contenido de lípidos y proteínas. El sudor secretado por las glándulas apocrinas adquiere un característico olor al entrar en contacto con las bacterias presentes en la superficie de estas zonas de la piel.
Cuando la sudoración se produce en cantidades excesivas y se convierte en un problema en el día a día de una persona es posible que aparezca un diagnóstico de hiperhidrosis. La hiperhidrosis es una patología definida como la sudoración excesiva no asociada necesariamente al calor o la práctica de ejercicio físico. Las personas que padecen de hiperhidrosis suelen tener que luchar contra unas importantes acumulaciones de sudor en las manos y las manchas húmedas en la ropa, además de la ansiedad social y la vergüenza que llevan asociados los síntomas de esta enfermedad.
La doctora Leide Rojas, profesional de Único Life Clinics, explica que la sudoración excesiva, “conocida como hiperhidrosis, tiene en muchos casos asociados un componente hereditario y, dependiendo de su tipo, puede estar asociada o no a una causa médica. Así, existen dos tipos: la hiperhidrosis primaria y la secundaria. La primera de ellas se produce cuando las señales nerviosas defectuosas provocan una sobreestimulación de las glándulas sudoríparas ecrinas, haciendo que estas se vuelvan hiperactivas. Este problema suele afectar principalmente a las palmas de las manos, las plantas de los pies, las axilas y, en algunos casos, el rostro”.
Por otro lado, la hiperhidrosis secundaria es una patología que aparece como consecuencia de otra enfermedad o el uso de medicamentos en los que entre los efectos secundarios se encuentre la sudoración, como pueden ser los antidepresivos, los analgésicos, tratamientos hormonales, fármacos para la presión arterial o los usados para la diabetes.
La hiperhidrosis, además de las consecuencias físicas que acarrea, conlleva una serie de problemas psicológicos con el que deben lidiar los pacientes de esta enfermedad, entre los que destacan la vergüenza, ansiedad, aislamiento social, problemas de autoestima, problemas de pareja (al sentirse incómodas con el contacto físico) y, finalmente, la depresión.
Según la Academia Española de Dermatología y Venereología un 3% de la población española padece de hiperhidrosis, lo que se traduce en más de 1.400.000 españoles afectados por esta patología. Para todas estas personas existen diferentes tratamientos, pero, si el objetivo es erradicarlo de forma definitiva es necesario recurrir a una simpatectomía torácica, una intervención quirúrgica que consiste en la interrupción o corte de los nervios simpáticos en la región torácica que controlan la sudoración.
La doctora Rojas insiste en la existencia de otro tratamiento muy efectivo, si el objetivo es controlar la sudoración y no eliminarla: la infiltración de neuromoduladores en las zonas afectadas por la enfermedad, lo que reduce significativamente el exceso de sudor. “Los efectos suelen durar entre cuatro y ocho meses, ofreciendo una mejora sustancial en la calidad de vida, sobre todo en épocas en las que aumenta la temperatura”, añade la doctora Rojas.
Rojas hace hincapié en ciertos hábitos que pueden mejorar significativamente los síntomas de los afectados por la hiperhidrosis. En primer lugar, “seguir una salud exquisita y aplicar los neuromoduladores en las zonas problemáticas, especialmente en las épocas de aumento de las temperaturas. Además, evitar alimentos y bebidas que estimulen la sudoración, como el picante, el café y el alcohol. También es recomendable evitar las situaciones de estrés que puedan causar una activación excesiva de las glándulas sudoríparas. Finalmente, usar ropa de algodón o materiales transpirables que permitan una mejor circulación de aire y ayuden a reducir la humedad, todo ello combinándolo con el uso de antitranspirantes en las zonas afectadas para poder controlar de una mejor forma los episodios de sudoración”.