Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
25 de marzo de 2025La salud de los Papas ha sido objeto de interés y, en ocasiones, de preocupación de millones de personas. Pero, ¿cómo es la salud de un Papa? ¿Qué enfermedades han aquejado a estos hombres que, a pesar de su cercanía a Dios, no escapan a la fragilidad humana? En las siguientes líneas vamos a realizar un breve recorrido por las dolencias de los últimos pontífices.
Eugenio Pacelli (1939-1958), un Papa de carácter fuerte y de salud aparentemente inquebrantable, demostró una resistencia física envidiable trabajando incansablemente a pesar de las tensiones de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.
Era conocido por su inteligencia y su piedad, pero también por su hipocondría. ¡Se creía enfermo de todo! Esto no fue óbice para que en sus últimos años de vida sufriese problemas estomacales, los cuales no le impidieron seguir cumpliendo con sus deberes apostólicos hasta su fallecimiento a los 82 años.
A Pío XII le sucedió Angelo Giuseppe Roncalli -Juan XXIII- un Papa de sonrisa contagiosa y espíritu conciliador. Su salud, sin embargo, no era tan robusta como su carácter. Juan XXIII sufría de obesidad y problemas cardíacos, dolencias que le acompañaron hasta 1963, cuando falleció a los 81 años dejando un legado de apertura y diálogo.
Tras la muerte de Juan XXIII, Giovanni Battista Montini -Pablo VI-, asumió el papado. Un hombre intelectual y reflexivo que realizó numerosos viajes apostólicos, lo que le valió el apodo de “el Papa peregrino”. Estos viajes pasaron factura a su espalda, causándole dolores crónicos que le atormentaron durante años. Sus biógrafos afirman que probó de todo desde masajes hasta ungüentos, pasando por rezos y baños de barro.
El sucesor de Pablo VI, Albino Luciani, Juan Pablo I, fue un Papa de sonrisa cálida y humildad conmovedora. Desafortunadamente, su pontificado fue uno de los más cortos de la historia, apenas 33 días. Su repentina muerte a los 65 años conmocionó al mundo y dio lugar a diversas teorías, aunque la versión oficial fue que el pontífice falleció a consecuencia de un infarto agudo de miocardio.
Karol Wojtyła -Juan Pablo II- fue un Papa excepcional en muchos sentidos. Su juventud como deportista le otorgó una salud envidiable, que mantuvo durante gran parte de su pontificado. Sin embargo, el atentado que sufrió en 1981 y la enfermedad de Parkinson que le atormentó en sus últimos años fueron un duro aldabonazo para su organismo. A pesar de ello, Juan Pablo II continuó siendo un ejemplo de fortaleza hasta que falleció en 2005 a la edad de 84 años.
Joseph Ratzinger -Benedicto XVI- fue un Papa intelectual y reservado, cuya salud se vio afectada por la edad avanzada. En 2013 sorprendió al mundo al anunciar su renuncia al papado, alegando falta de fuerzas para ejercer el cargo. Falleció en 2022 a los 95 años, siendo el Papa más longevo de la historia reciente.
El actual Papa, Jorge Mario Bergoglio, ha demostrado una salud sorprendentemente buena a pesar de su edad y de haber sufrido la extirpación de un pulmón en su juventud. Sin embargo, en los últimos años ha tenido que lidiar con problemas de rodilla y cadera, lo que le ha obligado a utilizar bastón y silla de ruedas en ocasiones. En las últimas semanas ha sido portada de periódicos a nivel mundial a consecuencia de problemas respiratorios que le han mantenido en jaque y que le han obligado a ingresar durante casi cuarenta días.
En definitiva, la salud papal es un mosaico de historias, algunas trágicas otras más livianas, pero siempre humanas. Sus historiales médicos nos recuerdan que, a pesar de su aura divina, los Santo Padre son hombres de carne y hueso, sujetos a las mismas leyes de la biología que el resto de los mortales. Mientras el Vaticano siga siendo el centro del catolicismo, la salud de sus inquilinos seguirá siendo un tema de interés mundial.