Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
17 de mayo de 2023En el mundo hay actualmente 1.280 millones de adultos hipertensos de edades comprendidas entre 30 y 79 años, de los que casi la mitad desconocen que sufren esta afección. Solo en nuestro país, se estima que hay 18 millones de personas hipertensas, una de las enfermedades más letales que existen a nivel mundial.
En la mayoría de los casos, la hipertensión no produce ninguna sintomatología, hasta que aparecen señales de que hay algo en el organismo que está fallando. Por ese motivo se la conoce como el “asesino silencioso”.
La presión arterial es la fuerza que la sangre genera contra las paredes de las arterias; cuando esa presión está elevada de forma continuada o sostenida, hablamos de hipertensión arterial.
Hay dos tipos de presión arterial, la sistólica o máxima, que es la presión que ejerce el corazón en cada contracción, y la diastólica o mínima, cuando el corazón se encuentra en reposo. La primera debe situarse, en condiciones normales, entre 120-129 mmHg, y la segunda entre 80-84 mmHg.
La importancia de la hipertensión arterial es su predisposición para padecer un elevado número de enfermedades, entre ellas el infarto de miocardio, en donde es el principal factor causal. La HTA también está implicada en la aparición de insuficiencia renal, trombosis, aterosclerosis o ictus.
Para comprender su relevancia vayan por delante dos datos: si una persona es hipertensa tiene tres veces más riesgo de sufrir un evento cardiovascular o un ictus, que una persona normotensa y si, además, fuma, el riesgo se eleva hasta nueve. Si a esto se añaden cifras elevadas de colesterol, el riesgo cardiovascular se amplía hasta 27 veces más.
Todos estos datos se traducen en el fallecimiento, directamente relacionado con la hipertensión, de 7,5 millones de personas, lo cual representa el 13% del total de las defunciones.
Para combatir estas apocalípticas estadísticas, la Organización Mundial de la Salud recomienda realizar una serie de intervenciones. Entre las más importantes se encuentra no fumar, evitar el consumo excesivo de alcohol, controlar el peso, reducir la ingesta de sal y realizar ejercicio físico de forma regular.
Se ha demostrado que el tabaco incrementa la presión arterial y que dejar de fumar tiene un efecto positivo sobre las cifras tensionales. Por su parte, aunque es cierto que el consumo moderado de alcohol puede ser beneficioso para salud, su consumo excesivo puede incrementar la presión arterial y producir efectos nocivos en diferentes órganos, entre los cuales destaca el corazón.
Una de las causas más conocidas de la hipertensión arterial es el sobrepeso. Diferentes estudios científicos han demostrado que mantener el peso corporal no solo disminuye la presión arterial y ayuda a mejorar su control, sino que per se también reduce el riesgo cardiovascular y la posibilidad de padecer diabetes.
Una de las medidas más estudiadas para controlar el peso es realizar ejercicio físico de forma regular, lo cual redunda en un aumento de la masa muscular, de la capacidad de esfuerzo y la reducción de las cifras de presión arterial.
El último pilar en la prevención de la hipertensión arterial, pero no por ello menos importante, es llevar a cabo una dieta cardiosaludable, reduciendo el consumo de sal y la ingesta de grasas trans, al tiempo que se incrementa la ingesta de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales.
En definitiva, si centramos nuestros esfuerzos en potenciar todas estas intervenciones, conseguiremos mejorar nuestra salud cardiovascular.