Por Julia Porras
14 de febrero de 2024En los últimos años ha habido un cambio de paradigma respecto al ejercicio físico y el cáncer. Hace décadas, solía recomendarse reposo y cese de la práctica deportiva en periodos de convalecencia de esta enfermedad, pero “actualmente sabemos que eso inducirá una merma en las capacidades físicas que retrasará la recuperación tras la fase aguda”, explica el fisioterapeuta Alejando Cadarso Mora, del Centro Creciendo Madrid, que también trabaja en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
Si el ejercicio es importante en pacientes oncológicos de cualquier edad, no lo es menos en niños, la población en la que se da con mayor frecuencia patologías como la leucemia, tumores en la fosa posterior (zona del cerebelo) y sarcomas óseos.
Cada año se registran en España 1.500 casos de cáncer infantojuvenil. 1.100 entre los menores de 0 a 14 años y 400 en los mayores de 14. A pesar de estos datos, la supervivencia a cinco años entre niños de 0-14 años en España es del 82%. Pero ¿qué papel juega la actividad física en este buen pronóstico? “Todos los pacientes oncológicos se benefician del ejercicio terapéutico”. Así lo explica el fisioterapeuta Alejando Cadarso. El último informe sobre el cáncer de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) recoge un epígrafe donde destaca la importancia del valor del ejercicio físico en todas las etapas del cáncer, desde la prevención, al tratamiento y la supervivencia.
Se estima que el ejercicio físico podría reducir hasta un 30% el riesgo de cáncer de mama, colon, vejiga, endometrio, esófago y estómago, y casi el 20% el riesgo de mortalidad específica por cáncer. Los datos más sólidos hasta la fecha se centran en cáncer de mama y cáncer colorrectal, pero parece que este beneficio se extiende a otros tumores como el cáncer de próstata y pulmón.
En cuanto a los pacientes pediátricos oncológicos, los beneficios son claros, pero debemos diferenciar deporte de ejercicio terapéutico. “Desde la fisioterapia buscamos mejorar y mantener las condiciones físicas para que los pacientes puedan seguir practicando deporte o iniciar nuevas etapas deportivas”, aclara Cadarso.
El ejercicio es, por tanto, beneficioso durante todas las fases del tratamiento de un paciente, además en cada una de ellas el trabajo del fisioterapeuta tendrá un objetivo. Así “antes del tratamiento buscaremos que el paciente llegue en las mejores condiciones a la quimioterapia con el objetivo de que su cuerpo esté más fuerte para aguantar el ciclo o la radioterapia. Algunos estudios sugieren que aquellos pacientes que llegan en mejores condiciones no solo soportan mejor los tratamientos si no que pueden incluso llegar a ser más efectivos”, aclara Cadarso.
Durante el tratamiento, continúa el experto, “intentaremos evitar la pérdida de capacidades físicas como pueden ser la fuerza, la flexibilidad y la resistencia, además de prevenir la pérdida de masa muscular y ósea”.
Tras el tratamiento “buscaremos recuperar las posibles secuelas como pueden ser las alteraciones cardíacas por cardiotoxicidad, las neuropatías, la sarcopenia, las alteraciones pulmonares por la fibrosis…”. Además, hoy se ha visto que los adultos supervivientes de un cáncer pediátrico tienen mayor riesgo de ser más sedentarios que sus iguales. “Por ello, debemos intervenir en una primera fase para revertir los cambios en el estilo de vida, lo que los llevará a ser más activos en su edad adulta”, apunta Cadarso.
En cuanto a la salud mental, no hay evidencias científicas aún concluyentes respecto a los beneficios psicológicos del ejercicio en pacientes oncológicos pediátricos en el momento de la terapia, pero “sí tenemos una clara evidencia de las mejoras físicas que el ejercicio produce. Porque la infancia es la etapa del movimiento”, dice Cadarso.
Además, estudios científicos evidencian que los supervivientes de un cáncer infantil puntúan peor en las escalas de acondicionamiento físico en la edad adulta, y por tanto, van a tener mayor riesgo de padecer patologías psiquiátricas como ansiedad, depresión, así como peores relaciones sociales, menor posibilidad de encontrar pareja y mayor riesgo de desempleo. “Por eso debemos intervenir desde el principio de la enfermedad y no esperar a las consecuencias”, aclara Cadarso.
Lo importante es hacer una correcta valoración médica, teniendo en cuenta su situación basal, sus comorbilidades, el tratamiento que está recibiendo, sus síntomas e incluso sus circunstancias socioculturales y bajo la supervisión de un fisioterapeuta realizar un trabajo adaptado a las condiciones y patologías de cada niño. Hay que hacer una “camisa a medida” para cada paciente trabajando la fuerza, el trabajo aeróbico y la flexibilidad”, concluye Cadarso.