Por Julia Porras
23 de septiembre de 2022Las redes sociales se han convertido en un espacio más de nuestro día a día. En ellas construimos nuestras relaciones, nos informamos, nos expresamos y hasta construimos una buena parte de nuestra identidad. Es más, según el último Estudio de Redes Sociales 2022 de Iab Spain, en España 33,3 millones de personas navegan por Internet y el 85% utiliza las redes sociales.
Este uso, y en ocasiones abuso, de los medios sociales no siempre es positivo. Entraña unos riesgos, como la adicción y otras patologías que pueden derivar en problemas muy graves para la salud. De acuerdo con UNICEF uno de cada tres adolescentes en España hace un uso problemático de Internet y las redes sociales, ya que las utilizan como refugio para eludir el sufrimiento y evadir sentimientos de malestar.
Uno de los problemas que más están apareciendo en los últimos años está relacionado con el trastorno dismórfico corporal, un trastorno de salud mental obsesivo en el que la persona se preocupa excesivamente por alguna parte de su cuerpo. Un paciente con esta dolencia percibe una zona de su cuerpo como exagerada, grande o deforme y, generalmente, tiene baja autoestima, lo que puede ir acompañado de ansiedad, una comparación obsesiva con los demás e incluso depresión. “Generalmente estas personas adoptan rituales de belleza muy perfeccionistas para tapar o camuflar su defecto, porque les obsesiona hasta tal punto que puede llegar a afectar a sus relaciones, sociales, personales y laborales”, apunta la psicóloga Elena Daprá.
Si llevamos este trastorno al mundo de Internet y de las redes sociales, donde los cánones de belleza están “maquillados” a golpe de filtros y Photoshop, los profesionales han acuñado el término de “dismorfia del selfie”. En un mundo, el virtual, donde las influencers marcan el día a día para una parte de la población adolescente y juvenil, sus seguidores tienden a compararse con estos referentes de caras y cuerpos perfectos, que realizan actividades maravillosas y bailes llenos de ritmo. Sus vidas y sus pestañas son perfectas desde que se levantan hasta que se acuestan y sus rostros iluminados y sin imperfecciones son el sueño de todos aquellos que les sigue ávidamente. Instagram es el nuevo ‘espejito, espejito’ y, en este caso, el malvado reflejo falsea la realidad hasta hacernos creer que una cara con filtros es real.
Que un filtro que tapa imperfecciones y crea rasgos antinaturales en un rostro humano sea una realidad para muchos, les lleva a pensar que no solo pueden utilizar filtros en una pantalla, sino que pueden convertirlos en rasgos reales en su cara. Por esta razón, ya existen casos extremos que llegan a las consultas de estética pidiendo ser operados para que su cara quede igual que la que tiene en una foto con filtro. Y ahí es donde el trastorno dismórfico se ha vuelto 3.0.
Los jóvenes y el trastorno dismórfico del selfie
Los jóvenes tienen móvil y acceso a redes sociales cada vez más pronto, prácticamente cuando todavía no han forjado su personalidad. “Jóvenes que viven una adolescencia donde necesitan ser aceptados, y a veces no lo son; donde los defectos físicos son el foco de atención de otros y donde sus referentes, en redes sociales, tienen rostros perfectos. Son el caldo de cultivo perfecto para que aparezca este trastorno”, asegura Daprá.
Los expertos coinciden en que debería haber una obligación, por parte de los creadores de contenido, de avisar de que se está usando un filtro, de que esa cara no es real y que, probablemente, no se puede conseguir ni siquiera con una operación.
“Es una cuestión de autoaceptación y de tener de referentes a modelos que, en ocasiones, no sólo llevan filtros, sino que ya están operados, porque probablemente sufran el mismo trastorno que la persona que los ve. No se aceptan y quieren cambiarse porque ven defectos donde probablemente no los hay. Son personas que también tienen la autoestima baja”. Por eso es tan peligroso. “Nuestras consultas están llenas de influencers e instagramer porque sufren trastornos obsesivos con su cuerpo o sus rostros”, asegura la doctora Daprá.
Terapia
Pero este trastorno tiene tratamiento. “En estos casos es obligatoria la psicoterapia, el modelo cognitivo conductual es el que más ventajas ofrece y más casos de éxito tiene y, si es necesario, el paciente debe tomar inhibidores selectivos de la captación de la serotonina, pero en todo caso deben recibir tratamiento psicológico”, apunta Daprá.